La verdad es que, como ya señalé en su día (o días) en este blog, pasé de puntillas por las últimas elecciones. La sensación de fatalidad me impedía entrar a fondo en el planteamiento y, por supuesto, en el resultado. Tal vez porque, como decía hace un par de tardes alguien que conozco, cuando el pueblo está muy cabreado con sus gobiernos vota cosas irrazonables. Así que corramos a los brazos de la irracionalidad y veamos expectantes si nos devuelve el achuchón o nos da una patada en todo el centro de gravedad.
Eso sí; me di cuenta de que Twitter hervía de fervor popular ante la noche electoral, como si fuera un Madrid- Barça en igualdad de condiciones. Pero resulta que no lo era. No sé cómo explicarlo: parecía que la peña creía que España todavía podía ganar Eurovisión y procedían a enviar mensajes como si la Unión Europea se fuera a acabar, sentimiento que encierra ficción y realidad a partes iguales. Confieso que, desde entonces, me he vuelto bastante vaga para esto de contar mis miserias (que a nadie le importan, por cierto) obedeciendo los dictados de esa red social de 140 caracteres.
Pero al margen del ímpetu de quienes se tomaron esto igual que un duelo al amanecer que en ningún momento fue, ocurre como las resacas: que por la noche estás en una nube y de mañana darías el brazo izquierdo (perdón, el derecho; hay que ser políticamente correctos) por un lavado de cerebro, pequeño pero matón. Mi brusco despertar, con dolor de cabeza y deseos de optar a una vida mejor, aconteció a raíz de la publicación de una foto donde lo más granado del PP celebraba victorioso cónclave en torno a una mesa cuadrada. Me imagino que la reunión sería un éxito de público y crítica, pero en la imagen aparecían únicamente los más azules del universo azul conservador (siempre me he planteado la paradoja de que blue en inglés sea triste y azul al mismo tiempo; como el gato, justamente). Entre los elegidos para la gloria, González Pons (Twitter no sería lo mismo sin sus salidas de madre), la ínclita Cospedal, Mayor Oreja (leyendo un periódico; él solo se despierta para pegar coces), el campeón por k.o. Rajoy y el rey de reyes, Aznar. Los apóstoles en versión archivo comprimido. El problema no lo tengo con la foto en sí, sino con la manera de verla. Y es que, señoras y señores, cada vez que la miro solo consigo echarle el ojo a Aznar, iluminado cual rayo que me/te/le parta.
Por mucho que esta panda de amiguetes insista en que la crisis es producto de la raída chistera de Zapatero, fueron Aznar y sus huestes quienes promovieron, entre otras cosas bonitas, el desparrame edificador que nos tiene con esta cagalera. Además, permitieron los asesinatos en Irán, mintieron sobre el 11-M y se cubrieron de gloria dejando una herencia a su sucesor que ni la baronesa Thyssen a su querida nuera. No es que Zapatero sea santo de mi devoción, pero aquellos lodos no se limpiaban con rastrillos, como todos hemos comprobado. Ver ahora a Aznar, sentado ahí, a la derecha del hijo, como si aquí no ocurriera nada, como si él no se hubiera pasado los años socialistas poniéndonos verdes a todos los españoles por las plazas extranjeras donde acudia a atusarse el bigote, me da dentera. Principalmente porque se nota, se siente, que el hombre tiene intención de regalarnos lo mejor de sí mismo en los días venideros. Sean cuales sean sus planes, imagino que no nos los merecemos.
No envidio para nada la situación de Rajoy. Falta tiempo aún, pero esperemos que no mute en ese hijo obligado a vivir en casa de sus padres acatando órdenes. Por de pronto, el hombre se ha esmerado y ha empezado contando un chiste: va un español, se reúne con un francés y una alemana y, como buen patriata de coñac y cartas, les canta las 40. El que, tras oír semejante bravuconada, no se lo haya hecho encima no es que sea azul, es que es ultravioleta. Para empezar, no sé en que idioma se va a dirigir a sus compañeros de guasa. Personalmente, confío en su coach particular y espero que sepa decir algo más que My taylor is rich y My pencil is on the table. Claro que esto de no dominar las lenguas lo mismo le proporciona soltura internacional.... la justa para pasarlo teta en un viaje organizado y poco más.
En fin, que me ha empezado a entrar también a mí la tontería blue. Solo que la mía no es azul; más bien tiende a gris otoñal con toques rojo sangre de orgía consumista prenavideña. Algunos la bautizarían con el nombre de desgana; yo prefiero resignación. Como decía mi madre, no hay mal que cien años dure... ni democracia que lo resista.
Por cierto, aquí, unos amigos.
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