domingo, 6 de noviembre de 2011

Más que tocado, hundido

Hoy tiene lugar en mi tierra otra manifestación (y van...) para pedir a quien competa que se le adjudique más trabajo al sector naval. Es como la pesadilla que no cesa. Empezó en el 84 y a estas alturas, más de veinticinco años depués, todavía continúa plagada de monstruos que no viajan precisamente en barco. Ya nos gustaría a nosotros, ya...
La crisis naval comenzó a gestarse cuando era yo pequeña, por lo que atesoro recuerdos muy escogidos de lo acontecido durante aquellos días de sudor y lágrimas. Obviamente, sí tengo grabado a fuego que todo fue producto de los ajustes llevados a cabo -convergencia europea mediante- por, curiosamente, otro gobierno progresista, el de Felipe González. Mi tierra, la que vio nacer a Pablo Iglesias y a grandes sindicalistas, se llevaba las manos a la cabeza ante tamaño desastre, consentido y alentado, además, por uno de los suyos. Lo que también recuerdo, como si fuera hoy, es que aquellas autoridades, las mismas que en su día juraron velar por nuestros intereses, desmontaron con gran boato y nula consideración, una ciudad y su comarca como si ambas fueran un castillo construido con piezas de lego. Primeron se llevaron al grueso del contingente de la Marina  y todos lo contemplamos con el corazón encogido, víctimas del pasmo y la resignación. Con la Marina partieron amigos, familia y compañeros de clase. Parecíamos destinados a dar vida a aquella cita de Martin Niemoller (erróneamente atribuida a Bertol Bretch, por cierto) de "primero se llevaron a los comunistas y no nos importó". No contentos con vaciar las calles de uniformes, la reconversión naval dejó en el lodo a un gran número de trabajadores, prejubiló a otra importante cantidad y remató la caída en desgracia de un rincón olvidado de España. Recordemos que estamos hablando del mismo lugar cuya vida giraba en torno a tres pilares fundamentales: la Marina, por un lado, y dos astilleros por otro: los antiguos Astano y Bazán. No solo eso. La llegada décadas atrás de trabajadores a estos tres sectores propició el asentamiento de todo tipo de negocios destinados a satisfacer a dicho grupo humano. Esos mismos negocios que tardaron apenas semanas en hacer las maletas, azuzados por la crisis y la desesperanza.
No recuerdo a nadie que no tuviera un familiar, un amigo o un compañero afectado. De hecho, lo habitual era tener más de uno y de dos. En cuestión casi de horas (fueron meses, pero actualmente lo recuerdo como si hubiera durado lo que una película de Chuck Norris) nos convertimos, con permiso de los mineros británicos, que también vivieron su muerte lenta en el 84, en un cementario de elefantes. El paro se llevó las ilusiones, la dignidad y destruyó familias enteras. Se envalentonó la economía sumergida, la industria de las chapuzas (tan chapucera a veces) y la competición por ver quién sobrevivía más y mejor. Todo ello no alimentó precisamente la confianza, ni en nosotros mismos ni, por supuesto, en el de al lado.
La cosa mejoró muy poco a poco, pero vivir en un micromundo de crisis, por no decir crítico, no solo te marca, sino que te dice lo que puedes esperar de una situación semejante, aunque sea elevada a la máxima potencia. De ahí saqué mi idea de que el miedo no alienta, sino que aletarga, y que la resignación no es buena compañera de viaje. Y que la calidad humana de las personas, sobre todo de quienes dicen ser tus amigos, se hace notar en los peores momentos. El vicio de esperar mucho de quien ni siquiera es capaz de dar consuelo solo conduce a la tristeza y a la desilusión
Aparte de la fatalidad ligada a mis genes, es cierto que vengo de un lugar donde, como dice la canción "perder es lo normal". Pero el que tengas todas las de perder no significa que renuncies a jugar. El conformismo es un mal innecesario. Hay que salir y darlo todo, porque la victoria, muchas veces, no es la copa, sino saltar al campo y entregarte como si no hubiera un mañana. Eso es orgullo y empuje: tal vez fracase, pero antes me esforzaré por mí, por ti y por todos. Porque me importo, porque me importas, porque me importáis.
Hoy habrá otra manifestación y todo parecerá seguir igual. No es así. Morimos y volvimos a vivir. Si nosotros, pocos y, en aquellos días, muy mal avenidos, conseguimos levantar la cabeza, a lo mejor es que se puede. Y si no se puede, se debe. Nos lo debemos.

2 comentarios:

  1. Hay muchas maneras de echar una mano. Sin ir más lejos los hay que sacamos fotos en los que la ciudad parece bonita, para que otros las cuelguen en su blog sin preocuparse por esa tontería de la propiedad intelectual. Pero oye, seguro que la encontraste en google y aplicaste esa lógica de que lo que está en el google no es de nadie. De la misma manera que yo encontré esta anotación. A lo mejor la republico sin mencionar a su autora.

    Un cordial saludo Chus.

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  2. Tienes toda la razón y te pido disculpas. Paso a eliminar la imagen porque imagino que no querrás colocar tu firma. Por supuesto, estás en tu derecho de republicar el contenido de la entrada sin mención alguna a su procedencia.Me merezco el tirón de orejas.

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