domingo, 20 de noviembre de 2011

Tiren y empujen

Siempre me han gustado esas dos palabras. Quizás porque, como insiste el dicho, "son las que más puertas han abierto a lo largo de la historia". Tiene razón. Además, creo que han sido muy maltratadas por los diccionarios en sus acepciones más viles; algo no del todo justo, visto el respeto que merecen hacia su labor social.
Fuera coñas, existe una práctica entre los gitanos irlandeses que, traducida, vendría a ser algo así como "el tirón" y que requiere de cierta reflexión en tiempos de igualdad social. Más o menos, la cosa va de la siguiente manera: en bodas, fiestas o concentraciones mixtas, los varones otean el horizonte, buscan una hembra que les agrade, van a por ella y la arrancan de la multitud a lo bruto, bien llevándola en volandas, bien arrastrándola... Como buenamente se pueda. El objetivo es robarle un beso, magrearla un poco (esto me lo imagino yo, que conste) y, si el asunto se pone peliagudo y la pieza se revuelve cual gata panza arriba, al menos sacarle su número de teléfono. Como esta intervención masculina deja mucho que desear y, en ocasiones, a la agraviada le gusta el maromo lo que a mí los higos chumbos, el acto se puede repetir varias veces a lo largo de la noche, siempre con diferentes "sujetas".
Si a ello unimos que una mujer gitana (o nómada, como a ellos les gusta ser llamados) debe pasar por el altar antes de los 21 para no ser considerada una solterona y que, una vez consumada la relación, se tiene que dedicar a parir hijos y cuidar a su tironeador, la verdad es que la situación de la hembra nómada, y además irlandesa, nos deja a las occidentales con la boca abierta y la mandíbula estirada.
Preguntados al respecto, los machos de la manada no tienen tan claro que eso del tirón mole. Lo hacen porque lo tienen que hacer, porque sus padres se dedicaron al tema con fruición, lo mismo que sus abuelos y así hasta las cavernas. Ellos, efectivamente, dotados del sentido común de la vida moderna, sospechan que una práctica tan dominante no debe de gustarles un pelo a las ofendidas, por mucho que vayan a las fiestas vestidas como Shakira al salir de la ducha. Y no les gusta, no tanto por el hecho de ser un objeto de deseo, que esto, al fin y al cabo, no está tan mal cuando rondas los 17, sino porque les es arrebatada la capacidad de elegir y, encima, con violencia. El tirón implica sometimiento, pero también renuncia: a partir del momento en que te conviertes en pieza de caza, bonita, aparca tus sueños y comienza ya a pensar en los nombres de tus futuros hijos.
Un inciso: para quien no haya visto a un gitano irlandés en su vida, decirle que su genotipo es celta y que el parecido con sus primos rumanos y españoles, a los que estamos tan acostumbrados, es mera coincidencia. Y aunque el manual moral de los tres grupos se asemeje en los pilares fundamentales, después cada cual ha tirado por donde mejor le ha venido. Una fiesta nómada no se diferenciaría en nada a una verbena española salvo, quizás, en la primacía de melenas rubias y ojos claros.
Retomando el hilo, por mucho que nos parezca aberrante la práctica de ciertas costumbres tan machistas, no les falta razón a los gitantos irlandeses cuando dicen que ellos también observan con estupor algunos mandatos de nuestra religión y tampoco es que se les atragante el bistec de la cena por ello. Supongo que podrían pensar que se nos ha ido la pinza cuando ven a hombres dándose de latigazos por las calles durante la Semana Santa, por no entrar en temas de sexo o momentos felices como los protagonizados por los jóvenes y el Papa. Podemos juzgarlos desde nuestra visión occidental y nuestra moral (sea cual sea, siempre heredada de la católica) pero no podemos obviar el que ellos tienen exactamente el mismo derecho de hacer lo propio con nosotros. Incluido descojonarse si procede.
Dicho lo cual, como mujer occidental y que, de vez en cuando, piensa (sobre todo en el baño, cuna de grandes ideas), me resulta deleznable el procedimiento del tirón en todas sus formas. Del mismo modo confieso que jamás les echaría un sermón al respecto, porque puede que parte de lo que yo identifique con violencia, para ellos sería puro y simple roneo. De lo que sí me entran ganas es de soltarles unas cuantas frescas respecto al trabajo femenino. Más que nada porque si tu tironeador se dedica con el tiempo a hacer lo propio con una más joven y de carnes prietas, a ver cómo sacas tú adelante a la tropa de churumbeles que te ha tocado parir. Cuestión práctica y de supervivencia, supongo. Y, después, que cada cual se juzgue a sí mismo, que bastante tenemos todos con nuestros "pecados".

                                                     Escena de una boda gitana irlandesa

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