Mucho se ha debatido estos días sobre el precipitado regreso de Soraya Sáenz de Santamaría al trabajo tra su baja (más que baja fue un alta exprés en toda regla) laboral. Conservadurismo obliga, imagino. Con su partido cubriéndose de gloria y ella llamada a ser depositaria de los más dignos valores del ya de por sí digno Partido Popular, la ahora encargada del traspaso de poderes se apresuró a "desembarazarse" de bata boatiné y pezoneras para sentarse a la vera del líder. Tampoco es que sea la primera. Los más escorados a la izquierda, que ahora se frotan lo que tengan más a mano criticando a Soraya, recordarán, aunque no les guste un pelo, la baja de Carme Chacón siendo ya ministra de Defensa, que más que ausencia por imperativo legal fue una cuarentena: el abandono de la ministra de su cargo no duró ni mes y medio. Como buena progresista, se cuidó muy mucho de pasar por retrógada dando una extensa entrevista a El País, donde hacía hincapié en que ella lo tenía chupado porque trabajaba donde vivía, el Ministerio de Defensa, y, además, contaba con una pareja muy dispuesta a cambiar pañales mientras su prójima daba órdenes a la tropa y supervisaba el rancho de la Legión.
Desconozco la vida de Soraya, dónde reside y a quién tiene por compañero de fatigas. No obstante, he de decir que ni ella ni Carme Chacon son, al menos en esto, ejemplo de nada. Después de que otras como ellas (sin descuidar a hombres de buen criterio) se hayan deslomado con el fin de lograr algo tan relevante para hijos y madres como es la baja por maternidad (un derecho en el que ocupamos la cola de Europa, por cierto), no es de recibo que dos cargos públicos de relumbrón vengan ahora a predicar con el ejemplo contrario. A ver quién les quita lo bailao a los empresarios y les explia que una tiene derecho a sus tres meses de descanso para recuperarse y cuidar de su bebé. Si Carme y Soraya, en el desempeño de dos trabajos de responsabilidad extrema pueden, no sé por qué tú no, la verdad. Pues mire usted: porque yo no puedo costearme el lujo de pagar a unas cuantas internas que suplan mis deberes maternofiliales. Eso para empezar y, si quiere y tiene un ratito, concertamos una cita y continuamos.
No es que yo vaya por la vida de feminista castradora, pero me fastidia que este grupito de damas que alaban la modernidad y el buen rollo se pasen la progresía por la axila. Tal vez porque creo firmemente en los derechos adquiridos. Aunque, bien pensado, teniendo en cuenta lo que el Partido Popular piensa hacer con algunas de las más alabadas reformas sociales de Zapatero, no me extraña que Soraya se salte la baja por maternidad y lo que haga falta. Perdón por lo que voy a decir y que conste que no le deseo mal a nadie, pero seguro que, llegado al caso, no renunciaría al derecho a cobrar la pensión de viudedad (otro ponderado avance social) a mayor gloria del bien común. Porque quiero creer que esta forma tan pública de parir para luego decir aquello de "no, no, no" obedece, única y exclusivamente, a una ambición personal. La otra posibilidad, la de que ambas dos siguieran las órdenes de los jerifaltes de sus respectivos partidos daría entre miedo y asco. Mejor ni contemplarla.
Por cierto, hablando de derechos, leía el otro día que la profesión que hace más feliz a quien la ocupa es la de sacerdote. No sé si alguien ha caído en la cuenta de que es la única que solo admite varones en sus filas. Dicen que la dicha se sobreentiende al ser una labor de servicio al prójimo. Bueno, también lo es la de trabajador social y no aparece en esas tan dichosas listas. No sé. Voy a darle unas vueltas. Quizás mi retorcida mente llegue a conclusiones indignas de ser plasmadas en este blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario