Circula por ahí un vídeo en el que varios personajes del mundo de la cultura, la educación y la sociedad piden el voto para Izquierda Unida y apoyan su argumentación con razonamientos que podemos compartir o no. Hasta ahí todo bien. Cualquiera tiene derecho a votar a quien le de la gana y formular su intención en privado o bien en público. La conciencia de cada cual es libre de llevarle hasta donde le plazca.
Pero hete aquí que resulta que el diario El Mundo recogió dicho vídeo, dividido en varios segmentos, en su web de ayer. Una noticia aséptica dentro de una campaña electoral aburrida y previsible. La revolución (en este caso yo diría que involución) no estaba tanto en el testimonio de los participantes -uno de ellos persona a la que aprecio y respeto muchísimo y que me consta que lee este blog- como en los comentarios de los internautas, unidos en el desprestigio cual Fuenteovejuna mediática.
La mayoría de los improvisados comentaristas venían a criticar la catadura moral de los simpatizantes de IU, según ellos, gente rica y de posibles, con la vida solucionada, que ejercían la más alta hipocresía votando a una formación de izquierdas. Mire usted, como diría el otro, desconozco el patrimonio de las personas que aparecen en esas imágenes pero, al igual que poco o nada tiene que ver el culo con las témporas, opino que la estabilidad económica de cada cual es una cosa y sus ideas son otras. Es más, de ser hombres y mujeres de fortuna, pueden hacer con ella lo que les de la gana. Comprarse un Ferrari o montar una escuela en Calcuta. Incluso, ya en el colmo del desparrame, donar millones o trillones a las arcas de Izquierda Unida.
Si la mayor crítica que podemos ejercer para desbaratar las ideas del contrario es juzgar cómo administra sus bienes, logrados en la mayoría de los casos con su actividad profesional, aviados vamos. No creo que el trabajar, recibir una herencia u ocupar un cargo público, por poner tres ejemplos, puede estar en contradicción con un ideario progresista. Siguiendo esa regla de tres, este país debería rechazar en masa al Partido Popular y sus mozos y mozas porque, no tener un duro, vivir instalados en el desempleo y ver cómo te desahucian casi de un día para otro son hechos absolutamente opuestos a una señora ideología de derechas. Y, sin embargo, no merece apenas crítica el que personas que viven en situación precaria e incluso de desemparo, voten a los populares. De hecho, gran parte de su campaña electoral se centra en ellos, a los que se les supone o vaticina un apego tan desmedido como oportunista a la ideología conservadora.
Ocurra lo que ocurra en nuestras vidas (nos despidan, nos toque la lotería, nos enamoremos, aprobemos unas oposiciones...) nadie tiene por qué ser ajeno a lo que pasa a su alrededor. Y si tenemos trabajo, no podemos ignorar que el de al lado no lo tiene; igual que si vivimos una época de felicidad sentimental, resultaría cruel arrinconar al amigo que está atravesando un bache emocional. Y sí, señores, del mismo modo que Norma Duval, Julio Iglesias o Tony Cantó tienen derecho a expresar sus ideas sin que se les linche por ello, los Bardem, Almudena Grandes o Carlos Berzosa, ex rector de la Complutense, puden hacer lo que les salga de las izquierdas. Ya sea proclamar su voto a los cuatro vientos, hacerse marianistas, o asistir a las asambleas del 15-M armados con un perro y una flauta.
Por cierto, ya para acabar, lo tengo que decir: aborrezco el anuncio de Movistar que, en un alarde de astucia sin paragón, copia y pega el sistema asambleario de los Indignados para vender sus tarifas, según ellos, igualitarias. El pueblo al servicio del marketing. Deseando estoy de ver el próximo spot. ¿Que será? ¿Carlos Marx chateando con Engels mientras le cuenta las bondades del adsl? Mejor no doy ideas.
Y por si alguien siente curiosidad...
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