En un conocidísimo portal de Internet que, se supone, ayuda a buscar o cambiar de empleo, se suceden últimamente las ofertas de trabajo "voluntario", sobre todo en relación con los medios de comunicación. Hablando en plata, determinadas compañías necesitan personas que hagan las labores de periodista pero sin cobrar un céntimo de euro por ello, es decir, con todos los deberes aunque ninguno de los derechos recogidos por los documentos más fundamentales, empezando por el derecho a un trabajo digno. Porque, supongo, quien oferta semejante ganga, pretende encontrar a alguien dispuestísimo a desempeñar una labor de 9 a 5, como mínimo, y trabajar a destajo (mucho y bien) siempre que se le necesite, que puede ser a todas horas. Menuda bicoca. Con propuestas tan innovadoras como éstas, el capitalismo ya había fenecido muchos años ha.
Estamos inmersos en un sistema que nos obliga a trabajar para vivir. Y en esa modesta ecuación, la incógnita suele ser el salario. Mucho o poco, pero haberlo, haylo. Pretender extender las redes y esperar que pique gente que lo haga casi todo a cambio de nada es humillante, y no solo para quien acepta comulgar con esta rueda de molino tan similar a la esclavitud, sino para el amo que osa proponer semejante tropelía sin ni siquiera ofrecer a cambio una choza y unas gachas.
No es que no lo hayamos visto venir. En la última década, e incluso antes, algunos sectores del periodismo empezaron a levantar tímidamente la voz exigiendo normativas que regularan el intrusismo profesional. Sin embargo, el empuje de Internet y de las redes sociales, donde todos podemos ejercer de informadores sin tener ni repajolera idea de lo que hablamos, nos coloca en un limbo legal al que resulta muy complicado meter mano. Siguiendo con el pasotismo de serie, nos quejamos de que los puestos fijos se sustituyen sin ningún pudor por colaboradores autónomos ajenos a la empresa, muchas veces obligados a comulgar con horarios y hasta vacaciones, sin el parapeto de ningún convenio profesional. Otro gol que nos meten los empresarios y que nos dejamos colar desde la banda y hasta desde medio campo si sus serenísimas así lo desean.
Hoy, con la profesión depauperada, convertidos todos en cazadores solitarios e insolidarios, empiezan a surgir este tipo de ofertones con argucias cuarteleras. Más sal en la herida. Hace unos días, nos llegaban informaciones de que la agencia de noticias EFE había decidido pagar seis euros por crónica (entendemos por ello principalmente las regionales, las más solicitadas). Con tamaño fortunón, imagino, se pretende cubrir el combustible del colaborador que va a cubrir la información, las conversaciones telefónicas, dietas y sueldo. O sea, que la agencia va a conseguir que los periodistas paguen por informar. Inaudito. Pues nada, que sea enhorabuena.
La Asociación de la Prensa ha protestado por activa y por pasiva ante semejantes desmadre, pero es como clamar en el desierto. No hay nadie al otro lado y el que sí está, anda muy ocupado planeando EREs, recortes y más ajustes. Parece una gesta épica aunar a una profesión que siempre ha ido por libre, donde los entresijos empresariales pueden más que la unión de las redacciones.
Al parecer, la única arma que tenemos es hacer uso de ese "voluntariado" en toda su grandeza. Es decir, si yo soy voluntario, puedo llegar a la hora que me apetezca, irme cuando me salga del pinrel y pasar incluso información a la competencia si me peta. Nadie está capacitado para obligarte a firmar un contrato profesional sin que haya estipendio de por medio. El ser voluntario de una compañía con ánimo de lucro tiene eso, que ningún jefe ni remero puede darte órdenes salvo las que estés dispuesto a aceptar por prescripción moral. Aunque para trabajar sin sueldo ni derechos, casi que uno se mete a tuitero de oficio o cuenta sus milagros en un blog: cobra lo mismo (nada) pero no tiene a ningún visionario encima que le busque las cosquillas a cambio de dejarse la piel en el intento.
Y, a todo esto, Mario Conde amenaza con entrar en política. Algo malo hemos hecho para merecer tanto escarnio.
Dejo aquí una canción porque sí, porque me apetece. Sin más.
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