Hace años solían aparecer "serpientes de verano", una serie de noticias que, a pesar de su ausencia de contenido, sembraban el estío de debates absurdos y conversaciones sin principio ni final. A lo mejor tenemos que agradecerle a los medios el que nos hayan proporcionado una información tan trascendente como la detención del cachorro de las Nuevas Generaciones del PP, Ángel Carromero, en Cuba, tras salirse de la carretera el coche que conducía con la consiguiente muerte de dos de sus ocupantes.
El suceso hubiera sido una concatenación de desdichas si no fuera porque uno de los finados era Oswaldo Payá, conocido opositor cubano. Recordemos también que sobre el incidente sobrevuelan unos cuantos fondos pecunarios que, al parecer, iban destinados a nutrir a la oposición cubana en su afán de acabar con el régimen castrista. De no acontecer lo terrible, el suceso hubiera acabado convertido en uno de los episodios más tragicómicos de la diplomacia española, ésa misma que parece sacada de algún sketch de Los Morancos con Arévalo de estrella invitada.
Entiendo que Ángel Carromero quisiera pasar a la historia, no universal, pero si del PP, haciendo méritos para convertirse en un firme candidato a ocupar las más altas cotas de la miseria. A lo mejor desde niño había soñado con ser un superhéroe que salvara al mundo, así que no vio ocasión mejor que la que aquí nos trae, cuando conchabado con un sueco rubio y muy poco valeroso, rimbombante presidente de la Liga Juvenil Cristianodemócrata, reunió un puñado de euros y voló más allá del horizonte para presentar sus respetos a la disidencia cubana en la misma guarida del monstruo. Con lo que no contaba nuestro Ángel sin alas es que la realidad dista mucho de la ficción y, a veces, uno no acaba como el héroe que quiere ser, sino como el reo que es.
La aventura de Carromero me parece un despropósito de principio a fin, que dice muy poco en favor de sus protagonista y de aquellos que, sin duda, le alentaron y todavía insisten en que todo este embrollo no es más que una conspiración izquierdosa digna de ser discutida en los grandes debates internacionales. ¡Y un jamón! Si cualquiera de nosotros, estando de vacaciones en un país extranjero, conducimos un coche con pasajeros, se nos va el volante o la cabeza y mueren varios de los ocupantes del vehículo, estaríamos ahora en el mismo sitio que Carromero: en prisión preventiva a la espera de juicio. Da igual que fuéramos rojos, verdes o nietos de la Duquesa de Alba.
Lo que mosquea infinitamente es que este trágico accidente se quisiera vender en un principio como una conspiración absurda para mayor gloria de sus protagonistas. Que si vino un coche conducido por los muy malos y los empujó fuera de la carretera; que si todo era un inteligentísimo complot urdido por los seguidores de Castro para acabar con Payá... Pues va a ser que no. Todos cometemos errores y el de Carromero ha sido de los gordos.
Ta vez, lo mismo que le pasó a este chico, que según parece viajaba sin puntos en su carnet de conducir aunque su familia siga empeñada en afirmar lo contrario, nos puede ocurrir a cualquiera de nosotros. Pero convertirlo en un entuerto judió masónico con reminiscencias comunistas da risa sino diera tanta pena. A Carromero hay que echarle una mano, en forma de asistencia jurídica, como la que se le echa a todo español que tiene problemas en el extranjero, sean de la índole que sean. Respecto al accidente, aunque nos fastidie la digestión, se trata de un asunto estrictamente interno que solo compete a las autoridades cubanas. Su legislación es la que tiene la última palabra.
Otra cosa es que se demuestre que el ángel de la guardia iba a Cuba para cargarse al régimen o, por lo menos, poner su granito de arena en el penúltimo intento por acabar con uno de los reductos más rojos del planeta. En cuyo caso lo primero sería echarle una reprimenda de las gordas (a ningún llanero solitario en su sano juicio se le ocurre vaciar la hucha dentro de la maleta para intentar derrocar a alguien) y luego intentar que el caso no afecte a las ya tocadas relaciones exteriores del PP que amigos, lo que son amigos, no están haciendo.
En el peor de los casos, en el de que el mencionado Ángel viajara hasta Cuba como avanzadilla de una conspiración de la derechona española, yo de sus colegas y mentores me pondría ya a silbar mirando para otro lado, dejándole que él solito tire de su carro. Que Ángel pague por sus pecados dónde y cómo la justicia decida y, la próxima vez, si la hucha está lozana, contratáis a James Bond, que si puede hacer que la reina Isabel salte en paracaídas en medio de un estado olímpico, lo mismo os da una alegría y consigue que Fidel Castro, al menos, se afeite la barba. Total, el no ya lo tenéis...
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