lunes, 20 de mayo de 2013

Gordas y feos

¿Alguien me puede explicar qué hemos hecho para que tanta gente dedique su valioso tiempo a insultarnos? Los españoles ya nos vamos acostumbrando a que nos tomen por el órgano reproductor de la Bernarda, pero que las personas normales (es decir, las que no nos presentamos a concursos de belleza ni salimos con futbolistas) recibamos día tras día insultos a nuestro físico y nuestra inteligencia, no es de recibo. Si les devolvemos los agravios todos a la vez, lo mismo se acaba el mundo. Es una idea.
El último en salirse del tiesto es el CEO (estas sílabas siempre me han parecido las iniciales de una cooperativa de pueblo) de la todopoderosa Abercrombie & Fitch, una marca de camisetas sin ninguna característica especial salvo su elevado precio. Eso y las campañas que monta cada vez que abre una tienda, con maromos a torso descubierto que intentan ponerlos a ellos palotes y a ellas cachondas mientras promocionan aquello que no lucen. Magnífica idea parida, imagino, por el genio Mike Jeffries que, sin despeinarse, declaraba hace unos años que sus tiendas tenían éxito porque no contrataba ni a gordos ni a feos para atenderlas. Imagino que si un buen día entrara Carmen de Mairena en alguno de sus establecimientos, este hombre estiraba la pata de la impresión. Y es que otra de la filosofía de la marca es no vender camisetas para tallas grandes. De mujer, porque los varoniles músculos cotizan al alza.
Leído esto, cualquiera pensaría que el tal Jeffries es una beldad del Olimpo que reniega de las características vulgares y terrenales que hacen al hombre, hombre y a la mujer, mujer. Pues no, amiguitos y amiguitas: este venerable anciano (que ya tiene una edad) luce un aspecto similar al del actor Dolph Lundgren después de varias operaciones de estética realizadas por la peluquera de mi barrio. Vamos, que le han dejado la cara como un cuadro de Picasso. Su amor el arte es incuestionable.
Según Jeffreis, Abercrombie y compañía solo quiere llegar a la gente "molona y guapa" y no soporta que los del montón tirando para abajo entren en sus tiendas a revolver entre sus preciosas camisetas. Esta filosofía tan pueril ha convertido las dichosas prendas en objeto de deseo de los adolescentes, que pierden el sentido cuando ven una pieza de algodón parida por la gente de Jeffreis. Imagino que el mensaje será: "llevo una camiseta de Abercrombie, ergo soy la hostia en verso". Pues tampoco. Porque el bueno de Mike es más sectario que un dictador de plaza de pueblo y piensa que el que una firma fracase es porque intenta llegar a todo el mundo: jóvenes, viejos, gordos y delgados. Si la naturaleza no hace la selección natural y los gobiernos, tontos del haba, se niegan a poner en práctica los principios de Los juegos del hambre, aquí está el señor Mike para hacer el trabajo sucio y dejarnos a la plebe niquelada.
Las teorías de la belleza del CEO son tan rotundas que incluso le ronda un juicio por discriminar a empleados asiáticos, afroamericanos y latinos. Sí señor: los que nos bronceamos con la rapidez del rayo (literal) estamos fuera del lote y solo puedes dedicarte a vender camiseta si llevas la raza aria por bandera. En contadas excepciones, se admiten morenitos, pero poco, con tableta de chocolate (ellos) y cuerpo de Barbie anoréxica (ellas).
A Mike Jeffreis alguien le debería poner las peras al cuarto. Lo peor es que a una persona que ha llegado tan alto se le supone cierta inteligencia emocional, la misma que este hombre, a lo mejor, solo tiene para servirse gintonics sin romper el vaso. Por mucho menos, John Galliano fue expulsado de Dior por la puerta pequeña y todos entendimos que su antisemitismo no era disculpable. Ahora tenemos a un individuo racista, misógino, sexista etc, etc y, me apuesto la figura de sílfide que no tengo, a que mañana las tiendas de Abercrombie y lo que sigue estarán llenas de peña. Todos deseosos de ver a los maromos y jamelgas que se pasean entre las estanterías doblando mangas y alisando pecheras mientras ponen cara de asco al intuir que eso que te asoma es un michelín bocato di cardinale.
No voy a dejar el tema sin recordar que el tal Mike tiene un avión privado, cuya tripulación está compuesta exclusivamente por modelos masculinos obligados por contrato a decirle a todo que sí. Y yo, como tengo la mente muy sucia y la lengua muy larga, lo dejo ahí, para que cada uno elabore sus propios planes de vuelo y se haga usos mayores en las leyes de la aviación civil y las costumbres de los ricos durante la navegación aérea.
Por cierto, que reflexionando sobre las cosas del tito Miguel, me he topado con una entrevista de Sharon Stone en la que la estrella afirma estar encantada de tener hijos porque son como los bolsos, manejables, y los puede llevar a cualquier parte. Con un par de Chaneles. Desconozco si la actriz ha trabajado alguna vez en una tienda Abercrombie & Fitch, aunque hubiera podido, pero no albergo duda alguna de que cuando cualquiera de sus hijos cumpla los 13, se va a tragar la teoría del bolso con correa y todo. Claro que, a lo mejor, la revolución no la pilla en casa, sino comprando camisetas para sus adolescentes en cierta tienda llena de jovenzuelos de buen palpar. Hay que mantener un nivel...


No hay comentarios:

Publicar un comentario