miércoles, 8 de mayo de 2013

Típicos y tópicos

Tal y como cuenta un blog del diario El País, la serie Cómo conocí a vuestra madre ha dedicado un miniespacio a España. Según el argumento, uno de los protagonistas, Ted, recuerda que, cuando era jovencito, estuvo recorriendo nuestro país y, claro, para demostrarlo, nos dibujan un mapa patrio tras la imagen de un Ted con mucho más pelo, por aquello de que donde hay vello hay alegría. Aparte de que en el mapa se sitúe a Barcelona en el interior de Cataluña, Tarragona pase a llamarse Tarrogona, Valencia sea Valenciena y Mérida responda al nombre de Marida y además esté en Portugal, hay que agradecer a los americanos el interés por colocar nuestra sufrida nación dentro del universo conocido, y no entre México y Panamá, como prefiere ubicarlo el 33% de los americanos. Eso sí, congratulémonos porque Pamplona lo escriben con todas las letras y saben perfectamente dónde se encuentra: arriba del todo lindando con Cantabria. Le auguro un prometedor futuro al autor del mapa si se decide a trabajar para Disney. Eso sí, que no le hagan diseñar el Halcón Milenario, que lo mismo lo convierte en una vespa y se queda tan pichi.
Los españoles en general tenemos mucha suerte con el interés que suscitamos en Los Angeles y alrededores. No tanto como los gallegos en particular, que debemos estar agradecidísimos a la RAE por equiparar nuestro gentilicio al vocablo tonto. Risas las justas. Sobre todo porque en Latinoamérica todos los españoles somos gallegos, así que tonto el último, nunca mejor dicho. Pero, volviendo al centro, que yo soy muy de perderme en la periferia, insisto en que deberíamos hacer reverencias a series como Chuck, por ejemplo, donde, en un capítulo la mar de realista, el protagonista se encuentra con un terrorista vasco de manual, vamos, de los que lucen txapela y hablan con acento cubano. Obvio. Lo que sin duda nos recuerda a aquel otro hermoso episodio de McGyver en el que nuestro héroe se ve obligado a rescatar a una compatriota que ha sido secuestrada por separatistas vascos para obligarla a fabricar una bomba nuclear. Todo muy natural, si por natural entendemos que una bella moza pueda montar por sí sola un misil tierra-aire en cinco minutos tirando de Lego. Lógicamente, procede preguntarse cómo sabemos nosotros, espectadores despistados, quiénes son los terroristas: porque son hombres cetrinos, llevan txapela y hablan con acento latinoamericano. Fernández Díaz estaría orgullosísimo.
Expuesto lo cual, podemos entender que los americanos identifican como malo maloso a todo aquel ser humano de sexo masculino que use boina y hable con acento del sur, especialmente cubano. Lo cual me lleva a mi pobre abuelo y a sus primos. Al primero porque, tras ser herido de jovencito en la cabeza, acabó usando boina toda su vida, lo cual lo sitúa directamente en el eje del mal, y a los segundos, porque se fueron de Cuba a Miami vía España e, imagino que, siguiendo la tradición familiar, la boina se convirtió en un must de su pasarela otoño/invierno. Si los pilla Spielberg nos monta La pelota vasca en clave de comedia, con una niña vestida de rojo que pasaba por ahí y una gran bola rodando que, en realidad, escondería en su interior una bomba de neutrones. Fabricada en la parte de atrás de un cortijo con media de aguarrás y tres cuartos de sangría.
Pero, insisto, no debemos quejarnos. Por ejemplo, ahí tenemos al personaje de Hiro en Héroes, que se suelta una parrafada absurda en español en uno de los capítulos. Aunque, claro, como debido a su tumor cerebral solo puede recordar frases y personajes de ficción, pues no es lo mismo. Para redimirlo damos la bienvenida a Jennifer Garner protagonizando Alias y visitando o haciendo que visita distintos puntos estratégicos de España, como pueden ser Madrid, Málaga, Barcelona, Ibiza o Zaragoza. Basta con que le pongan un croma con la virgen del Pilar, un abanico en la mano y suene una guitarra española para que nos demos por enterados de que está en la piel de toro y no a punto de robarle el esmalte de uñas a la reina de Inglaterra. Sencillo y efectivo.
Aunque para efectivos los chicos de The Unit, que confunden Valencia con un mercado muy concurrido de México donde pasan muchas cosas, vuela la fruta y suena el flamenco, pero en el que no falta nuestra siempre estimada Guardia Civil, ataviada con unos tricornios capaces de dejar tuerto a quien se encuentre a menos de cinco metros de distancia. Es lo que tiene mezclar a la autoridad competente con el toreo, que te sale un no sé qué, un qué se yo.
Sin embargo, con permiso de McGyver, cuyo episodio a lo vasco me parece el no va más de la ciencia ficción aplicada a las cosas del pueblo, mi corazón es de Tom Cruise y su Misión Imposible II. Esto de mezclar algo tan negro y gris como una Semana Santa con las Fallas de Valencia para que quede todo como muy rococó, es una idea sin parangón. Me imagino a los protagonistas de nuestros pasos convertidos en ninots y destinados a ser quemados el domingo de Resurrección y me entran unas ganas tremendas de llamar a Dan Brown y darle un argumento sin sentido para otro de sus libros. Estoy convencida de que en su bibliografía, llena de rigor histórico, nadie lo notará.
Yo debo de ser muy rara, porque cuando voy a México no espero que las calles estén a todas horas repletas de mariachis y de señores con grandes sombreros durmiendo la mona en cada esquina. Como tampoco imagino que, nada más aterrizar en Italia, me vaya a recibir un fornido gondolero o un atildado moreno con gafas de sol y traje blanco de Armani llamándome "bella". Pero se ve que los guionistas americanos sí confían en que todavía nos pasemos media vida corriendo por las calles tras los toros, derribando puestos de fruta (mango y papaya sobre todo) y quemando lo más grande gracias a las pedazos de bombas que nos ha dejado preparadas McGyver cuando pasó por casa. Eso sí, que no nos falte nuestro sombrero mexicano, que sin él no nos reconoce ni Dios.


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