domingo, 7 de agosto de 2011

Polvo somos

La televisión está tan lucida este verano como los anteriores: poco o nada. Entre programas de cotilleo, reposiciones y otras cosas del querer se nos pasa la vida delante del sofá sin apenas darnos cuenta de que el otoño, con su avalancha de programas imaginativos y talentosos (es irónico, ¿vale?) nos espera a la vuelta de la esquina. Y, sin embargo, hay un espacio televisivo que no decae por mucho que nuestra tele estatal se empeñe en ello: los anuncios.
He de decir que hay uno en concreto que me deja las neuronas como después de un botellón heavy metal. Lo que se intenta promocionar es un líquido antigrasas, muy práctico cuando se tiene vitrocerámica y la conciencia de limpiarla. Como en los chistes, se abre el telón, y aparece un maromo, de torso depilado y toalla a la cintura, entregado al popular "dar cera, pulir cera" con la vitrocerámica que le adorna. En esto que surge de la nada quien imagino será su pareja, conveniéntemente vestida de ejecutiva, que, viendo a su medio limón en semejante acto de purificación, es víctima de los deseos más aviesos y le lanza un ataque por el flanco al limpiacocinas que ya quisieran muchas porno. El mensaje no me llega del todo. Se supone que la cosa va de que el líquido limpiador quita las grasas que es un primor, pero yo, que tampoco es que tenga una mente super retorcida, lo que entiendo es que, o bien ver a un tipo recién salido de la ducha afanado en las tareas del hogar te pone berraca, o el producto en cuestión es un lubricante más efectivo que la vaselina en sus mejores tiempos. Todavía estoy sacando conclusiones pero lo que intuyo es que aquí, amigos y amigas, polvo hay seguro, se limpie o no.
Deduzco que lo que se lleva es soliviantar los instintos más primarios para vender lo que a los empresarios les venga en gana. Los anuncios de coches apelan a nuestro yo garboso, moderno, cantarín y derrochón, pero están también aquellos que obedecen a nuestras necesidades más básicas, como el anuncio del enema ése que, en cuanto te lo llevas de viaje, te quita de un plumazo el estreñimiento y el jet lag. Vamos, que te deja con cuerpo de top model y la cara como la de la tía del spot del quitagrasas: con ganas de comerte el mundo o lo que tengas a mano. Mucho más efectivo, dónde va a parar, que el bífidus anunciado por la actriz Carmen Machi, que te hará evacuar, pero al menos a ella no le ha servido para abandonar ese pareo del que no se ha despegado en todo el verano. Ya le vale.
No obstante, el anuncio que verdaderamente me tiene sorbido el seso es el de Bankia, en que varias personas, a las que se supone una vida decente y honrada, se manifiestan como bankeros. Así, con k de Bakunin. Gente feliz, dichosa por la oportunidad que les da la vida de invertir en una banca de reciente creación. Para mí que van de pastis hasta las cejas o tienen al regidor ahí al ladito, apuntándoles con una recortada. ¿Cuánto les han pagado? ¿En qué frenopático se ha rodado esto? Con la que cae, por Diorrrr...
Si ya lo decía yo: la vida ideal es la de los anuncios. Puedes pasarte la mañana invirtiendo tus milloncejos en banca (¿o mejor en banka?), cantarte unas coplas con Bisbal mientras le pegas un par de muerdos a un bocata de nocilla (y a él, si se deja), llegar a casa para comprobar que un tiarrón de buen ver y mejor catar te tiene la cocina como los chorros del oro, y acostarte por la noche después de desahogarte en el baño, feliz cual perdiz tras asegurarte de que tienes el botiquín petado de minitampones y compresas para combatir las pérdidas de orina. Como decía el otro, la vida puede ser maravillosa...

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