domingo, 28 de agosto de 2011

Falsos ídolos

Un pueblo, creo que de Ciudad Real, va a cambiar los nombres de las calles dedicadas a Pablo Iglesias, Pablo Neruda y Tierno Galván. ¿El motivo? No son suficientemente conocidos. Tampoco es que les falte razón. Seguramente, muchos de los que ayer hicieron botellón en la plaza de tan sensata villa desconocerían cualquier detalle de las vidas del fundador del Partido Socialista, el gran poeta chileno y el (probablemente) mejor alcalde que hasta la fecha ha tenido Madrid. Conocer y reconocer a semejantes personajes solo les serviría para desempeñar un papel decente en algún concurso de la tele, dirían ellos. Y a lo mejor ni para eso, añado yo.
Si nos paramos a echar un vistazo a las revistas y programas de televisión, los iconos del s.XXI tienen mucho que ver con la nada y poco con el todo. Se nos propone que aceptemos como ídolos a personajes con muy buena imagen pero poco más. Si hojeamos una publicación femenina, por citar un caso paradigmático, vemos que nos encumbran como ejemplo de éxito y estilo -se ve que sin estilo, mejor no salir de casa- a mujeres tan importantes para la humanidad como Alexa Chung y Olivia Wilde, cuyos méritos (los primeros que se me vienen a la cabeza) son pasear bolsos y novios idénticamente divinos y lustrosos por calles y saraos.
Líbreme la divinidad de aconsejar dar la espalda a semejantes jamelgas. Además, no serviría para nada. Sería ridículo que pretendiera encerrarme en casa leyendo la biografía de Margaret Thatcher y luego querer seducir a un chulo de calendario desgranándole el conflicto de la minería británica en los 80. Mejor me voy de tiendas, me visto a lo Sara Carbonero y a tirar millas. Y lo mismo con ellos: para qué aprenderse las lecciones de vida de Nelson Mandela... Que se sepa, él no fue quien se ligó a Shakira. Así que, nada, a vestirse de Mango, lucir piquetón y hacer amigos a golpe de pelota, que el fútbol une mucho.
En un mundo tan superficial como el que nos ha tocado vivir es lógico que la cultura cotice a la baja. Y yo añadiría que también el carisma. Calificar de carismática a Pixxie Geldof me parece una aberración. El carisma es un todo, un pack completo que incluye el interior y el exterior. Que sepamos, y con todos mis respetos, el pensamiento de la señorita Geldof, aunque no dudamos de su existencia, nos es completamente ajeno.
Resulta lógico admirar el maquillaje, los accesorios y los ropajes de los más guapos; o la suerte y el dinero de los más populares, pero aquí falta algo. Personajes con peso, con matices, con humanidad y, ya puestos, con cierta sabiduría de la vida. Y resulta paradójico, porque seguramente todos tenemos o queremos tener a amigos con estas cualidades, aunque luego seamos incapaces de aplicar el mismo rasero a la fauna global.
Yo recomendaría al pueblo ése tan avispado, que, puestos a modificar calles, tenga en cuenta, como recambio, los nombres de Justin Bieber, Kiko Rivera y Rosa Benito, tres próceres de la humanidad. Y si no, que se tomen algunos minutos para consultar el famoso Diccionario Biográfico de Aznar y sus huestes. Seguro que encontrará buenos hombres y mujeres de derechas a los que, aunque no hayan dado un palo al agua en su vida, la historia que andan fabricando les atribuirá más méritos que al Cid. Ladran, luego cabalgamos.

                                                                       Alexa Chung

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