viernes, 5 de agosto de 2011

Pretemporada

Se nota que hemos llegado al ecuador del verano en que los colectivos más señeros de este país empiezan sus pretemporadas. Ahí tenemos al Real Madrid, presumiendo de equipo entre cowboys y dragones chinos (por cierto, qué crecido veo a Mourinho; como diría Guardiola, va de puto amo y no lo oculta), o al Barcelona, haciendo lo impropio y recibiendo más goles en su gira internacional que un equipo de tercera. Los chicos de Pep han perdido el toque a merced de vacaciones exóticas y wakas wakas. Poco tiempo le queda al míster para recuperar un grupo que llega a agosto sin apenas fondo ni forma.
Muy bien lo están haciendo, en cambio, nuestras selecciones inferiores de fútbol y baloncesto. Nada que objetar, salvo que esperamos lo mismo de los chicos del basket, que tendrán que echar el resto en el Europeo cuyo pistoletazo de salida se dará el próximo 31. Crucemos los dedos; necesitamos alegrías más que el comer.
Y si el deporte continúa con su preparación, con mayor o menor acierto, los políticos calientan motores para un otoño electoral candente. El PP ya ha comenzado con las descalificaciones de rigor y ha activado la máquina de esparcir críticas (la otra, la de parir soluciones, todavía la tiene en el mecánico). Los socialistas, por su parte, siguen con cara de pasmo, como una vaca mirando el tren, ante las armas de destrucción másIVA que nos lanzan los mercados internacionales, que este verano se han venido arriba. Rubalcaba se las ve y desea para sembrar cierta coherencia y esperanza en el ambiente, pero la única Esperanza que vale, al parecer, es la señora Aguirre, ocupada estos días en dejar Madrid niquelado ante la visita de Su Santidad. A toda esta panda, la pretemporada les ha pillado siempre al borde del flato. La prima de riesgo, esa muchacha tan garbosa y crecida, que nos tiene cojidos por los huevos, amenaza con sembrar de salmonelosis discursos y buenas intenciones. La historieta tiene toda la pinta de convertirse en un remake cañí de Sé lo que hicistéis el último verano donde nos la jugamos todo a dos cartas: susto o muerte.
Los que también están haciendo una pretemporada muy lucida son los indignados del 15M y los policías que les acompañan. Cada vez que digo esto en Twitter, el personal me salta a la yugular, pero tantas carreras por la calle de Madrid y tanta bronca se asemeja más a una pelea de bar que a un movimiento épico. Este no es el mensaje que pretendíamos transmitir al principio o, al menos, yo no le entendí así. Parece más bien un acto de rebeldía de unos okupas que un suceso consensuado y meditado para convertir las propuestas en algo práctico y efectivo. Si cada vez que desalojan dos tiendas de campaña nos esperan estas carreras de unos y otros por las calles de las ciudades, aviados vamos. Sin desdeñar los matices, tengo que reconocer que estoy de acuerdo con José Bono, presidente de nuestro Parlamento, cuando dice que los problemas no se arreglan desde una tienda de campaña. Aquello tuvo sus días de gloria que todos vivimos con intensidad; ha llegado el momento de poner nuestras miras en objetivos más altos y sensatos. Mientras todos hacemos un ejercicio de reflexión, recuerdo con cierto sonrojo que el otro día vi por televisión (en una cadena supuestamente de izquierdas, todo hay que decirlo) una de estas marchas a la carrera donde los indignados hacían piernas como si no hubiera un mañana. La reportera le preguntaba a uno de los deportistas improvisados que por qué corría y él le contestaba, mochila al hombro: "Ni idea. Pero es bueno para la salud, ¿no?". En fin....

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