Con los sucesos acaecidos hace poco en Túnez y Egipto, el turismo español se frota las manos ante lo que espera sea un verano de cine. Quienes solían optar por destinos del norte de África se pelean ahora por ocupar una hamaca en las ya de por sí abarrotadas costas españolas. No voy a entrar en los que esperan pacientemente su lugar para subirse al balcón de algún hotel y tirarse al vacío como si no hubiera un mañana, pero ahí queda.
El caso es que España vuelve a estar de moda y, claro, lo más florido de la elite mundial se pega por venir a hacernos una visita. Este finde tenemos por aquí a Hillary Clinton en escapada exprés. La ex primera dama se pasará a transmitirnos recuerdos de Obama y, ya que está, darle un poco de lustre al carisma de Zapatero, al que a este paso no le saca brillo ni Don Limpio. Desconozco cuál es el programa de Hillary, pero no vendría mal que se acercara a las fiestas del Orgullo Gay (una mujer tan liberal y moderna como ella debería de pirrarse por estos movimientos de masas) y hacerle unas cuantas gracietas de Arkansas a ese tipo con barba que habla y no dice nada, a ver si se le quita el rictus de pasmo continuo que se le pone incluso cuando saca a relucir su verbo más florido (ya me gustaría saber a mí quién le ha escrito ese discurso cargado de optimismo y buen rollo con el que nos obsequió en el debate sobre el estado de la nación).
En fin, que estamos muy contentos de que Hillary Clinton ponga un pie en este nuestro país. Pero también nos llena de orgullo y satisfacción la visita del Papa y su curia el próximo agosto. Sobre todo a mí, que tendré a más de cien obispos de vecinos. Doy saltos de alegría. Tan contenta estoy que me he propuesto irme de Madrid durante esos días, no vaya a ser que mi corazón explote de felicidad.
Hace semanas, El Jueves publicaba una viñeta en la que los Indignados daban el relevo de la concentración a los jóvenes católicos que vendrán a jalear al pontífice. Intercambiaban saludos y guitarras, previa desinfección de estas últimas, obviamente. Desaparecen las tiendas Quechua y proliferan los albergues juveniles, improvisados pero coquetos, en colegios y pabellones. Aún hay clases.
Me parece todo muy bonito y muy limpio, pero Zapatero tendrá que rascarse el bolsillo para agasajar a tanto mancebo y autoridades varias. El dinero de las vacaciones que no podemos tener irá a financiar fastos y jolgorios de diversa índole. Imagino que es nuestra obligación de ciudadanos de bien callar y asentir. Para una vez que España ha sido elegida por el dedo de Dios... Pero como soy bastante pejiguera, noto algo así como un malestar general ante tanto dispendio que ni me va ni me viene. Igual que experimento cierto picor con la elección de San Sebastián como capital cultural en 2016. No por la ciudad, que sin duda se lo merece, sino por saber qué hará Bildu con tanto fondo europeo llovido del cielo. Seguiré reflexionando sobre estos asuntos.
Y mientras me entrego a la reflexión más "jonda", os recomiendo una frikada: las pelis de Esteso y Pajares. El humor más rancio, a veces, también es el más digerible. Un entretenido ejercicio para olvidarnos de que este verano tendremos a los cuñados gorrones llamando a la puerta de nuestro chalet lleno de goteras y grietas. Lástima que no esté la cosa para meternos en obras...
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