Estamos que lo tiramos. En estos tiempos de crisis y austeridad, el cardenal arzobispo de Madrid, Rouco Varela, al que el Señor guarde de las manifestaciones ateas, ha autorizado la creación de una capilla (al principio era un templo, pero parece que con las horas ha ido menguando) en la zona de Prado Nuevo, en el municipio madrileño de El Escorial.
El motivo de semejante ataque de generosidad supina por parte de la muy católica Iglesia es cumplir con las peticiones de la Virgen, que lleva más de 30 años apareciéndose de vez en cuando por dichos parajes. Sin embargo, Nuestra Señora, que para esto de las apariciones es muy suya, no se presenta a charlar con todo quisque, sino con una anciana llamada Amparo Cuevas que es la que se encarga de transmitirnos al más acá los mensajes del más allá. ¿Por qué ella y no un señor con bigote de Zarzalejos? Los caminos de Dios son así, inescrutables hasta en las rotondas.
Todo esto acontece aun cuando la jerarquía de la iglesia católica afirmó en su día que no le constaba que en Prado Nuevo hubiera apariciones de ningún tipo salvo las de unos creyentes que pasaban por allí y se quedaban a oír los sermones de turno. El anuncio no tuvo ningún efecto disuasorio, porque, con el transcurso de los años, la famosa vidente ha montado un más que lucrativo negocio alrededor de la Virgen y sus cosas. El problema es que parece que la señora Cuevas tiene mucha mano con lo espiritual, pero en los asuntos materiales se le va un poco la pinza. O mejor, se le ve el plumero. Tirando de hemeroteca, podemos comprobar que ha sido denunciada por estafa, coacciones y detención ilegal, pero ahí sigue, hablando de sus cosillas con la madre de Dios y reuniendo a su alrededor a más de 100.000 simpatizantes que se creen a pies juntillas eso de que la Virgen se pasa de vez en cuando por El Escorial para desahogarse y mandar mensajes apocalípticos al mundo.
He de confesar mi ignorancia acerca de Amparo Cuevas y el tinglado éste que ha montado al pie de la sierra madrileña, pero un grupo que abduce de tal manera a sus miembros hasta el punto de que estos cesan cualquier contacto con el exterior me resulta así, a primeras dadas, pelín perverso. No soporto que un jefe me diga con quién tengo que relacionarme y que una señora en zapatillas me aconseje a qué divinidad tengo que creer. Soy así de contestataria.
La Asociación de Víctimas de las Supuestas Apariciones en El Escorial se la tiene jurada a Cuevas y no dudo que este asunto de la "capillita" les va a sentar mal tirando a fatal. Frente a semejante panda de ateos traviesos tenemos a Rouco Varela, que autorizó hace ya un par de años que sus sacerdotes dieran misa en tan bendito lugar, y a una multitud de fieles, fascinados con los poderes de Amparo, entre ellos la aparición de estigmas (esto más que un poder es un coñazo), el emanar un perfume "embriagador", y la capacidad de estar en dos sitios a la vez. A ellos hay que añadir un cuarto: el convencer a los sensatos descreídos que han ido a verla esperando destapar el fraude de la videncia. Increíble pero certero.
A todo esto, y centrándonos en cosas más mundanas, llama la atención que, por ejemplo y según reflejaron algunos medios, el portavoz de la Amparo Cuevas haya sido uno de los organizadores de la visita del Papa a Madrid en agosto pasado. La Iglesia católica es así de enrevesada, que nunca sabes lo que es devoción y lo que es negoción. Lógicamente, si predica el amor al prójimo, más aun el amor al prójimo que, encima, es colega de donativos y procesiones.
En fin. Mi enhorabuena a los fieles. Deseo que les quede una capilla lo más rumbosa posible y les recuerdo que la Virgen dijo en su día, por boca de Amparo, que lo que ella quería de verdad era montar un santuario para hacer curaciones. Con los recortes en sanidad, no estaría mal que alguien, por variar, cumpliera sus promesas. Y, en un alarde de buen rollo, diera trabajo a unos cuantos obreros en paro. Solo esto último ya sería un milagro.
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