miércoles, 16 de mayo de 2012

Lección de anatomía

El médico la ha liado parda. El doctor Pedro Cavadas, un eminente cirujano conocido tanto por su labor solidaria como por sus revolucionarios trasplantes, parece tener una tercera virtud que añadir a tan brillante currículum: su demostrada capacidad para meter la pata. Este hombre, ajeno a cualquier convencionalismo que encorseta a sus compañeros de profesión, se ha destapado con unas declaraciones que han puesto a los médicos de cabeza y a las enfermeras de uñas o al revés, que todo puede ser. Venía a decir el eminente doctor que hoy los niños quieren ser médicos para ponerse la bata blanca, ganar una pasta gansa y tirarse las enfermeras. Y aquí Dios y después enemas.
Semejante declaración de principios ha sentado fatal en un estamento que ahora mismo no pasa por sus mejores días. La versión pública del mismo sufre serios recortes de medios y personal, con lo que imagino que no es la época idónea para arremeter contra ellos aunque sea a través de una broma de bar. La hermana de Cavadas se ha apresurado a salir al quite diciendo que su hermano no quiso decir esto sino lo de más allá y que todo ha sido un malentendido surgido a raíz de una conversación intrascendente sin ánimo de ofender. Algunos se lo hubieran creído sino tuviéramos un segundo episodio de este Hospital general versión Benny Hill en el que el doctor se arrancó con un "la gente quiere trabajar en lo público porque haces el vago y te pagan igual". Y ahí ya le entraron a más de uno las ganas de hacerle una colonoscopia a Cavadas con fórceps y todo.
Vaya por delante que a mí, Pedro Cavadas, si nadie me demuestra lo contrario, me parece un pedazo de médico. Con una personalidad excesiva tal vez, pero ahí reside también gran parte de su carisma, insatisfacción y ganas de cambiar el mundo. Su principal problema es que dice lo que piensa y, a lo mejor, no es consciente de cómo lo dice, algo que a muchos nos pasa de vez en cuando y de cuando en vez. ¿Ha metido la pata? Pues sí, pero sus palabras tienen cierto razonamiento mediático en el que tal vez no ha reparado el colectivo de enfermeras que ahora mismo se está llevando el gotero a la cabeza.
En cuanto escuché las palabras de Cavadas me vino a la memoria un sketch del programa de la ETB Vaya Semanita. En él, un hombre aparece asesinado y allí se presentan los forenses de CSI Las Vegas y CSI Miami junto con la doctora de Bones para ver qué hacer con el cadáver. Surge la duda de si llevarlo al Princeton-Plaisboro, el hospital de la serie House "por si hubiera muerto por causas naturales" o al Seattle Grace Hospital, el de Anatomía de Grey, desechándose este último porque "no suele haber camas; las que hay están siempre ocupadas por médicos y enfermeras". Me parto y me mondo y les doy toda la razón. Si un niño se pusiera hoy mismo delante de un televisor a ver Hospital Central o Anatomía de Grey entendería que ser médico mola mogollón: van siempre hechos un pincel, guapos y aseados; viven en casoplones y llevan un tren de vida que ya la quisiera yo para mis días de fiestas y, encima, se ligan a tías estupendas, una detrás de otra. Díganme ustedes si no les entran deseos salvajes de abrazar el juramento hipocrático ya mismo.
La televisión es un espectáculo y, como tal, en muchas ocasiones ha dejado a la realidad en pañales. Nadie en su sano juicio creería que los chicos de CSI resuelven un asesinato múltiple relacionado con el tráfico de drogas internacional en lo que yo tardo en comprarme un champú. Pero así es, y lo que nos sorprende es que, en la vida real, la policía sea del género lento y tarde meses, incluso años, en encontrar a un desaparecido. Igualmente, los abogados son poco más o menos que superhéroes del bien y los médicos, una pandilla de galanes sobreactuados con mucha sangre acumulada en el bajo vientre. Semejante retrato profesional no nos gusta a nadie, pero es el que percibe la mayor parte de los espectadores que ve las series.
Esto lo digo yo que ni pincho ni corto en asuntos sanitarios, pero imagino que Pedro Cavadas, como perjudicado directo por semejantes desatinos catódicos, debería puntualizar un poco lo que dice o, al menos por qué lo dice. Eso suponiendo que sus palabras obedecieran más a una queja que a una crítica a sus compañeros, que es lo que yo quiero creer.
Respecto a lo otro, a lo del trabajo público, recuerdo que un amigo mío suele decir lo mismo, quejándose continuamente de que los funcionarios deberían pasar pruebas para demostrar su valía como los demás profesionales del país. Quizás sea un modo de pensar muy americano, pero había que reflexionar sobre el papel que juega lo público en el estado del bienestar y entender que hay buenos trabajadores en todas partes igual que los hay malos. Yo misma, desempeñando un empleo en el sector privado, me encontré hace tiempo con una nada despreciable cantidad de "compañeros" a quienes nos recomendaría ni atada a una silla eléctrica. No creo que ninguna oficina de la administración superara tal grado de apatía, mala baba y puñaladas traperas por metro cuadrado. Ovejas negras hay hasta en los rebaños de más alta alcurnia, los mantenga el Estado o una multinacional filipina.
Pedro Cavadas tiene todo el derecho a decir lo que le venga en gana y a disculparse si le peta, sobre todo ante el colectivo femenino que no está para muchas bromas. Yo no lo voy a juzgar por ello, ni por el hecho de que su vida privada se parezca más o menos a la del Dr. Shepherd de la dichosa Anatomía, a quien solo conozco porque acabo de buscar su nombre en Google. En mi caso, lo que me importa es que haga bien su labor y siga defendiendo a lo que más sufren. Sin globos sonda de por medio que nos intenten hacer olvidar que la sanidad pública está viviendo sus últimos estertores. Esto si es un problema grave. Y con muy mal pronóstico, por cierto.

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