Confieso que hoy iba a hablar de las poca ostentación material de la que hace gala el creador del Facebook; confieso también que mi cabeza barruntaba y no paraba asociaciones poco odiosas entre diferentes especímenes de la fauna humana y su amor y desamor por el lujo; y confieso que fue también cruzarse delante de mis ojos esa nueva red social de rezos creada por tres emprendedores españoles y subírseme la sangre a la cabeza hasta casi parir estigmas.
Porque sí señores, en estos intentos nuestros por salir de la crisis, un trío de avispados jóvenes ha pergeñado Mayfeelings, el Facebook de la oración y el recogimiento, un bonito lugar de gozo en el que todos aquellos que quieran que el mundo rece por ellos pueden dar suelta a sus peticiones y esperar a que un montón de amigos virtuales y virtuosos eleven a Dios las plegarias no atendidas. ¿A qué es hermoso?
Hermoso y económicamente rentable, porque en 15 días de funcionamiento ya tiene 150.000 almas adscritas esperando que sus oraciones tengan eco. Dichas oraciones que, oh, casualidades de la vida, se escriben en un espacio limitado llamado pray box de 259 caracteres de máximo. ¿Os suena? Esto no son trinos, sino un montón de santas palomas entonando cánticos al unísono. Siguiendo con dicho mecanismo, que a todos nos resulta tan conocido, si una petición te gusta y quieres incluirla en tus rezos, le das al botón de pray. Igualmente, cuando te parezca lo bastante interesante para compartirlo con tus compis de paz y amor, pulsas al repray y así tus contactos van servidos. Por supuesto, también puedes elegir tu petición favorita y convertirla en trending topic de la bondad y la generosidad dándole al botón de now praying. Unas risas.
El único problema que yo le veo a todo este entremado sacrosocial es que si le cliqueas el pray de alguien, te comprometes con el alma en pena a acordarte de esa persona y sus pesares durante todo el día, allá donde estés: en el trabajo, en la cama o en el baño, dedicándote a tus cosas. O sea, que más te vale seleccionar a a quién quieres llevar en tus oraciones no vaya a ser que tengas el día distraído y de tanto pensar en propios y extraños se te vaya el santo al infierno. Y eso sí que no tiene perdón de Dios.
Lo que no especifican los tres simpáticos ideólogos del invento es si puedes hacer también un unfollow a los pesados de las causas perdidas o bloquear a determinados usuarios que te toquen la ética. Porque se puede montar una gorda si, por ejemplo, dos antagonistas desean lo mismo y se enteran por semejante vía púdica. Y, sí, me refiero a asuntos de la carne, pero no lo digo muy alto, porque mentar ciertos temas en lugares tan poco mundanos queda no mal, sino fatal.
En fin, que el barco navega viento en popa. Tanto, que aquí los españoles emprendedores ya están pidiendo el oro y el moro, esperando que Benedicto XVI se abra una cuenta para compartir rezos con sus coleguitas del Vaticano. Me imagino a monjas y curas haciendo un #FF (Favorito en la Fe) a Rouco Varela o lanzando ataques en masa contra los Teletubbies por usar bolso en vez de rosario. Un no parar de bromear y pasarlo teta, vamos.
Lo que no sé yo es si Dios verá con buenos ojos este invento tan poco espiritual. Tal vez sí, porque seguro que andaba un poco desconcertado observando cómo otros se quedaban con sus followers. Ahora al menos podrá hacer una lista de admiradores con el Excel y almacenar las peticiones en la nube. Menuda tentación.
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