Estoy viendo las imágenes de la carga de los mossos contra los indignados en la Plaza de Cataluña de Barcelona y me estoy poniendo mala. 66 personas molidas a palos por órdenes de alguien que debe de mojar las galletas del desayuno en orujo como mínimo.
Entiendo que haya que mover al personal de vez en cuando para que corra el aire. En el caso de Sol, que es el que me cae al lado, al menos por salubridad, habría que hacer una limpieza a fondo del lugar si se quiere continuar con las actividades antes de que alguien pregunte si hay un médico en la sala. Pero eso se pacta o se intenta arreglar de alguna forma (aquí no voy a entrar porque no soy jurista ni lo pretendo). Lo que no se puede es cargar contra personas desarmadas y sentadas en el suelo a golpe de porra sin que medie provocación alguna. Es indecente y crea un efecto rebote en la opinión pública muy distinto al que en un principio se pretendía.
La excusa de todo esto es que mañana juega el Barça la final de la Champions y hay que desalojar a la peña porque luego vendrán los culés a hacer botellón y se va a líar la del pulpo. No sé que tiene de malo la pareja Indignado-seguidor del Barça. ¿No se puede ser una cosa y la otra a la vez? ¿Se llevan mal ambos colectivos? ¿Ha habido casos de peleas a cara de perro en bares entre unos y otros? Si mañana gana el Barça imagino que los dos grupos harán pareja de hecho y celebrarán felices sus cosas en la Plaza de Cataluña o en las mismísimas Ramblas. Allá cada cual.
Remontémonos al pasado. En los orígenes de la acampada de Sol no estaba ni el Tato. Una pandilla de amigos con ganas de protestar y poco más. El lunes 16 por la noche, la policía entró al trapo y desalojó a los cuatro gatos que se disponían a pasar la noche. ¿Consecuencia? Se corrió la voz y a la noche siguiente eran cientos. Si este primer desalojo no se hubiera producido, el fenómeno se habría desarrollado en manera muy distinta a lo que ahora conocemos. Obviamente, lo que ha pasado esta mañana revitalizará un movimiento que en los últimos días languidecía a bastante velocidad.
Es de recibo que no se puede utilizar la Puerta del Sol ni otros espacios públicos como camping de veraneo. Si así fuera, por esa regla de tres, yo me podría ir con mi esterilla a la puerta del Palacio de Correos y quedarme allí a la fresca hasta que Lady GaGa viniera y me cantara una saeta. No sé cuál es la solución, pero está claro que no debería pasar por el uso indiscriminado de la violencia.
Lamentable y penoso incidente el que hemos presenciado hoy, digno de revueltas de tiempos donde la libertad era solo el nombre de la abuela de alguien. Nadie se merece ser víctima del abuso de autoridad de otro. En ningún momento y lugar. Por favor, utilicemos este fin de semana para ejercitar el sentido común, ese que, por cierto, tanto maltratamos.
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