Siempre me he preguntado por qué a mí, a diferencia del resto de la humanidad de sexo femenino, no me pone ni un poquito George Clooney. Quiero decir que le admiro en su faceta de director, actor (a veces) y hombre solidario, pero su calidad de sex symbol me trae al pairo. Vamos, que no le veo el sexy por ninguna parte. Tras mucho reflexionar y pensar que algo malo debía de tener yo con esta manía tan visceral de ir a la contra, he descubierto la cuadratura del círculo. George Clooney me deja la libido más pa'llá que pa'cá porque le conocí vestido de médico. No es que haya visto mucho Urgencias, a lo sumo un capítulo entero, pero en todas las imágenes que me llegaban de este hombre aparecía con su atuendo hospitalario o pasando consulta.
He de confesar que soy muy poco afecta a los médicos. Así, a bote pronto, la gente portadora de malas noticias o a los que recurres en momentos de extrema desesperación me producen ansiedad. Ya se trate de doctores, curas o exorcistas, me da igual. Tampoco comparto ese respeto reverencial de mis mayores hacia el estamento médico. Entiendo que a mediados del siglo pasado, los pueblos se articulaban alrededor de la autoridad del cura, el maestro y el médico. Me parece muy bien, pero yo he sido siempre más del proletario, de admirar el trabajo del agricultor y del ganadero por encima de la labor del alcalde. No le quito mérito a este último, pero una es así.
Alabo la vocación de servicio de los médicos, su afán de salvar vidas, su deseo de investigar, su concepto de la ética... pero no los llevo nada bien en las distancias cortas. No sé cómo tratarles, si lo que les cuento está bien o está mal, si la cara de póquer que ponen es por las circustancias o porque la traen así de serie.... Yo que sé. Algo hay ahí que me tira para atrás. Además, creo que personas con una vida pública tan al límite tienen que tener vidas privadas como mínimo complicadas. Me parece dificilísimo no llevarse trabajo a casa, no buscar formas insólitas de relajarse o no descargar toda la tensión con los más cercanos. Soy rara, lo sé. Prometo hacer un nuevo ejercicio de reflexión y procurar ver la cara amable de estos profesionales (su labor, como he dicho, ya la agradezco sin necesidad de terapia). Lo voy a intentar también con los payasos, los tertulianos y los entrenadores y directivos del Madrid. Ya aviso que con los curas no puedo. Por ahí sí que no paso.
Hablando del Madrid, muy interesante el artículo de Javier Marías en El País Semanal de ayer domingo sobre nuestro ínclito Mourinho. Recojo aquí algunas de sus palabras:
"Su Madrid es un equipo con buenos jugadores a los que manda jugar feo y mal; con excelentes atacantes a los que, en los partidos cruciales, no permite atacar; con futbolistas honrados -la mayoría- a los que obliga a comportarse deshonesta o brutalmente en el césped...... Entrenador omnipotente, omnipresente y malasangre, un quejica que acusa a otros siempre, un individuo dictatorial, ensuciador y enredador, soporífero en sus declaraciones, nada inteligente, mal ganador y mal perdedor."
Todo esto y más, viniendo de un madridista convencido, es para quitarse el sombrero. ¡Olé!
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