He dicho varias veces que no soy muy fan de las historias de amor. Quizás porque no creo que estén hechas para mí (motivos estrictamente personales, me reitero). Pero a esta pareja sí me la creo. A él no tengo el gusto de conocerle (lástima), pero a ella sí. Maticémoslo: no somos amigas ni nos enviamos códigos cifrados vía twitter. Lo que se dice verla, la he visto dos veces en mi vida, las mismas que he hablado con ella. En el tú a tú, mi primera impresión es que es una persona a la que, le preguntes lo que le preguntes, contestará lo que le de la gana. Privilegios de diva, imagino. Susceptibilidades al margen, parece una chica amable y educada. Suficiente para mantener una conversación coherente y hasta amena. Además, Shakira tiene la calidad y cualidad de estrella: se transforma en sus conciertos, se hace grande. Seguramente, como decían los Secretos, también se vuelva vulgar al bajar del escenario (modestia aparte, nos pasa a todos: yo soy enormemente vulgar cuando no escribo en este blog), pero ahí están sus fans para recordarle que no hay otra como ella.
Con esto vengo a decir que no necesita a ningún hombre a su lado para engrandecer el mito. Ni económica, ni profesional, ni sentimentalmente. Pero, mira por donde, aparece Piqué y la chica se desmelena. Jamás la habíamos visto mostrando tal desfase de amor en público. Novios ha tenido a espuertas, y nunca hasta hoy se había dejado pillar en momentos de arrebato místico-pasional. ¿Por qué ahora? Pues a lo mejor porque ha decidido hacer al fin lo que le sale de donde le salga. Que ya va siendo hora de dejar de lado la compostura que se veía obligada a mantener solo por ser vos quien sos. Me gustan estas manifestaciones en loor de multitudes e incluso las agradezco: a estas alturas de mi película, el comedimiento estúpido, los besos solo en privado, las caricias ocultas me ponen mala. Así que celebro que los dos se hayan desmelenado. Me imagino a ese Piqué obnubilado tras conseguir a una mujer que hasta hace poco solo ocupaba sus sueños, húmedos o no. Tiene que estar el hombre que no se lo cree. Pero como soy más de ponerme en la piel de ellas, puedo intuir lo que supondría tener a un tipazo como Piqué bailándote el agua y lo que no es el agua.
Todos y todas tenemos un matiz de envida cochina y en el fondo nos fastidia que el mundo esté tan mal repartido. Que los guapos, ricos, afortunados y estupendos se conozcan, se gusten y hasta se quieran mientras la gente de a pie bastante tenemos con nuestras miserias cotidianas. Nos parece injusto. No lo es: la vida te pone a personas por delante y tú decides qué haces, si juegas o pasas palabra. Seguramente no serán ni Piqué ni Shakira, pero ello tampoco implica necesariamente que sean peores. Estos se encontraron y se reconocieron. A lo mejor el problema es que nosotros nos encontramos, pero somos incapaces de reconocernos.
Me consta que Shakira no lo ha pasado nada bien en alguna de sus relaciones y creo que criticar su actitud de ahora es mezquino. Como todos, se merece ser feliz. Que lo disfrute mientras dure. No hay mayor verdad que la que dice aquello de "solo se vive una vez". Siempre con permiso de otra célebre y españolísima proclama: "la envidia es muy mala". Cierto.
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