Me da la impresión, por lo leído, que el Consejero de Interior del Gobierno catalán, el señor Felip Puig, se siente muy ufano ante la hazaña conseguida. Al parecer, el correr a la gente a mamporrazos de un sitio público "pone" un montón. Dice don Puig que está orgulloso de sus chicos, esos Mossos que tanto se aplicaron en limpiar y sanear la Plaza de Cataluña a golpes. Pues nada, allá cada cual con sus órdenes y sus remordimientos.
Imagino que no es el único que, obrando mal a sabiendas, tiene la conciencia prístina y suave cual culito de bebé. Eso es algo que va con la educación y el estómago de cada uno (el de este hombre debe de ser de cemento armado). El problema en el caso que nos atañe es que al señor consejero lo hemos puesto entre todos en el lugar que ocupa. Quiero decir que si desempeña un cargo público es gracias a nosotros, los ciudadanos de a pie, esos mismos a los que el viernes se empeñó en amedrentar a ritmo de pelotazo. ¿No resulta paradójico? El sueño de la democracia también alimenta monstruos.
Me parece como mínimo doloroso que alguien que se nutre del erario público cometa tal desaguisado. Él y otros como él. En mi opinión, la única salida honrosa a este asunto sería la dimisión pasando por la petición de perdón público. Pero en la España de nuestros amores estamos todos a uno ante la consigna "tonto el que dimita". Tanto apego al cargo acaba siendo tremendamente deshonroso para el que lo practica, aunque las prebendas deben de ser tales que el escarnio público ni preocupa ni ofende. Para qué, si la memoria colectiva española demuestra ser tan frágil como olvidadiza, ¿verdad Puig?
Pues nada, cada uno en su poltrona y eso que llamamos democracia en la de todos, por mucho que nos empeñemos en desvirtuarla. Por lo que a mí respecta, celebro que ayer, salvo la marimorena que liaron los exaltados de turno, no se hayan producido los incidentes entre culés e indignados que pronosticaba aquí el menda (como vidente no se ganaría el sueldo) y celebro también que el Barça se haya llevado la Champions. Un partido estupendo y un mejor ganador. Me rindo ante el detallazo de Puyol hacia Abidal: todos nos merecemos tener o haber tenido alguna vez un compañero y/o amigo capaz de hacer algo así por nosotros; lástima que estos gestos tan generosos solo pasen en las películas y en el Barça. Siento mucha envida sana, la verdad.
Sé que a los del Madrid les ha dado un parraque del quince, pero empatizar con los valores que hoy por hoy simboliza el Barça es de recibo: pensando como pienso y siendo como soy me resultaría bochornoso rendir pleitesía a la labor de un Mourinho bravucón, arrabalero y con aires de gángster. Si algún día el Madrid cambia de filosofía (y de juego) prometo tragarme mis palabras y comprarme incluso una camiseta blanca para lucir en bautizos y comuniones.
Un último apunte: los twitteros que todavía no sigáis a @DaniMateoAgain ya estáis tardando. Luego no digáis que no soy buena... "consejera".
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