Al fin pude pasarme por la acampada de Sol. Y debo de ser la única persona que salió de allí con un sentimiento agridulce. Voy a explicar mis razones, algunas de ellas muy discutibles.
Para empezar, la articulación del grupo en diferentes comisiones es una idea excelente. Pero la causa se pierde en comisiones de comisiones y subcomisiones que no se sabe muy bien qué llevan. Es como si el afán fuera mantener a todo el mundo ocupado. Lo mismo ocurre con las asambleas que, por lo visto, son cada dos horas contando exactamente lo que se dijo en la anterior. Entiendo que no pasa siempre la misma gente por Sol, pero creo que para la labor de informar, además de la exposición de pancartas en la entrada del metro, sería interesante crear piquetes informativos que, desplegados en mesas, desglosaran lo decidido entre la mayoría a todo interesado que se acercara. Así se podrían mantener asambleas solo en las horas puntas, por ejemplo, y un foro de debate permanente si es menester.
Hablando de propuestas, algunas son muy loables (reforma de la ley electoral, separación real de poderes etc) y otras impracticables, como la disolución de paraísos fiscales (nadie tiene la potestad de interferir en los asuntos internos de otro país) o la abolición del FMI. A cambio, yo no he oído ideas bastante razonables que a lo mejor sí se han dicho y no me he enterado, como el regreso de las competencias sobre Educación y Sanidad al gobierno central. Mea culpa por no haberlo sugerido en el buzón de sugerencias (otra ocurrencia estupenda).
Las pancartas que se exhiben son creativas, la gente tiene muy buen talante y está dispuesta a hacer de la concentración una fiesta y los vecinos se portan de maravilla (no incluyo en el grupo a Esperanza Aguirre, que los tiene a la puerta de casa y se le debe de haber puesto el cardado del revés). Hay estudiantes, okupas, parados, jubilados, familias con niños.... todos preparados para debatir y discutir pacíficamente lo que, ya de por sí, es un subidón. Pero hay una cosa que me llamó la atención: a eso de las ocho de la noche, el acceso a la puerta del Sol es impracticable. Las calles colindantes se llenan y la mayoría de la gente no oye nada porque la acústica allí es francamente mala. A pesar de que se ha sugerido que el alcohol se deje en casa, grupos de chinos se cuelan entre la multitud vendiendo latas de cerveza, lo que lleva a que la concentración se asemeje más a un fiestón de Mahou. Me imagino a los más jóvenes acudiendo en masa para ver si, aprovechando que el roce hace el cariño, esa noche ligan. Pero hasta esto me parece loable.
Por mucho que a los españoles nos guste más la fiesta que el comer, es bastante más gratificante pasarte por Sol de mañana o a media tarde. Puedes hablar con los acampados, leer sus propuestas, discutirlas y darte cuenta de que muchas de ellas son las tuyas. Pero siempre saldrás de allí preguntándote dónde irá a parar todo esto y si habrá un antes o después del movimiento 15 M. Y ahí viene lo agridulce: el pensar en cómo puede tanta idea coherente ser llevada a la práctica y si habrá algún partido con la suficiente representación parlamentaria que se atreva a hacer realidad algunas de las peticiones más sensatas. Porque todos, Bildu incluido, han dicho que la mayoría las han recogido en sus programas de motu propio. El problema es que ya sabemos por dónde se pasan los programas esta panda una vez celebradas las elecciones. Seguiremos atentos.
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