miércoles, 28 de diciembre de 2011

Qué apostamos

Benditos sean los cielos que nos colman de parabienes. Tras pasar meses de penurias e infidelidades políticas, después de recrearnos en la Esperanza y darnos a la Botella, los habitantes de Madrid contemplamos pasmados cómo la puerta de Alcalá se abre para recibir a Sheldon Adelson, nuestro salvador. Y si no es él en persona, al menos sus emisarios.
Para quien no esté al loro de las cosas mundanas, indicarle que Adelson es un empresario del juego obscenamente rico. Y como tiene dinero a espuertas, ha decidido que no sería mala idea invertirlo aquí, en el centro de las españas, donde tanta falte hace. Su objetivo es de lo más festivalero: construir Las Vegas versión castiza. Tal cual. El proyecto pasa por llenar la zona de Valdebebas de casinos (qué buenos momentos te esperan, Florentino) y locales de ocio donde no solo los madrileños, sino los españoles y europeos afectos al juego y a la diversión sin fin, podrán dar rienda suelta a sus dotes de tahúres y dejarse lo que no está escrito en tragaperras, mesas de juego y tugurios de la capital.
No solo eso: semejante edén lúdico, creará, si al señor Adelson le salen las cuentas, un total de 261.000 puestos de trabajos. Vamos, que tras tamaño derroche a troche y moche, el que no tenga un pariente trabajando en la macrofiesta o deslomándose limpiando el posterior macrobotellón es que es hijo único.
En mi ignorancia he de señalar que mi idea de lo que es Las Vegas se reduce a lo visto en las películas. A saber: 1) un lugar donde la gente se casa vestida de Elvis y se divorcia al día siguiente con una resaca del copón; 2) un enorme escenario en el que languidecen, pasadas de rosca y hasta el moño de pirulas, las antaño grandes figuras de la canción norteamericana; y 3) un lupanar donde, por menos de lo que vale una ficha de ésas de los coches eléctricos, te abren en canal tras pasar una agradable y familiar velada en un antro de strip-tease (detalle cortesía de la serie CSI). No me imagino algo así en Madrid. Lo de las viejas estrellas tiene un pase -Isabel, agárrate a la peineta- , pero lo de los bodorrios express, PP mediante, va a ser que no. Y lo de los asesinatos para mayor gloria de los equipos de forenses, pues tampoco. Aquí es que somos más del robo mediante el tradicional procedimiento del tirón o de ese tocomocho que tantos días de gloria nos ha dado.
Sin embargo, y como siempre hay un pero para todo, si queremos que tan portentoso engranaje se adueñe del norte de la capital y todos nos volvamos ricos y cresos en lo que tarda en girar la ruleta, deberemos pasarnos por el refajo unas cuantas leyes y algunos derechos constitucionales. Por si acaso, Esperanza ya ha declarado sentirse feliz cual perdiz y que, si de ella depende, se salta las leyes hasta batir el récord Guiness si hace falta. El Ayuntamiento de Madrid, es un suponer, también está por la labor, así que solo falta por manifestarse ese señor serio llamado Rajoy que se parece tanto a un astuto jugador de póker como yo a la reina madre de Inglaterra. Quizás moralmente ponga pegas, pero ya me lo estoy imaginando, cual tío Gilito, acompañado de sus dos ministros más simpáticos (me refiero al ex Lehman Brothers y al ex vendedor de bombas racimo) con las pupilas tuneadas de 17.000 millones de euretes, los mismo que Adelson parece dispuesto a invertir en este céntrico enclave. Estamos que lo tiramos.
Total, que si obviamos todas las leyes mercantiles, laborales, urbanísticas, de extranjería, fiscales y no te diría yo que hasta sanitarias, tendremos, en los próximos años, doce nuevos hoteles, seis casinos, un pedazo teatro que ni el Maracaná, restaurantes, campos de golf y varios centros lúdicos. Todo cortesía del mismo hombre que ha construido un complejo similar en Macao donde, según los traviesos e impertinentes chicos de Wikileaks, se blanquea dinero de la mafia china. Minucias. Aquí lo que cuenta es crear empleo cueste lo que cueste. Empezando por la dignidad.
No me queda más que darles la enhorabuena a los premiados y desearles que sus sueños sigan los cauces marcados por los códigos de justicia. Para evitar males mayores, principalmente. Y oye, que, a lo mejor, en unos añitos, somos todos millonarios. Eso, o ludópatas. Como diría alguien que yo me sé: "Siempre nos quedará Disneylandia..."

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