Ayer, nuevamente y por variar, Madrid se pasó gran parte del día colapsada. El motivo tenía mucho que ver con los fermosos acontecimientos del último verano, cuando un señor que vive en El Vaticano pasó por aquí: en este penúltimo día del año se celebraba algo tan bello como "la misa en defensa de la familia", lo que congregó en la capital a gentes de espíritu generoso y amantes de los valores tradicionales, encabezados por nuestra singular alcaldesa, doña Ana Botella.
De todo esto, y hablo desde una perspectiva muy personal, lo que me llama la atención es eso de "defensa de la familia". Defendernos, ¿de qué? ¿Del aborto? ¿Del matrimonio gay? A lo mejor es que mi experiencia sería casi objeto de culto en un estudio sobre comportamientos sociales, pero confieso -y es la primera vez que lo hago- que jamás me he sentido perseguida por un montón de fetos no natos y tampoco creo haber sido agredida por hordas de gays y lesbianas adornados con plumas color rosa putón. Insisto: a lo mejor es que soy rara y merezco que los científicos más sesudos acudan en peregrinación hasta mi casa para estudiar tan extraordinarias particularidades.
Voy incluso a ir más allá: si una de mis vecinas/amigas o parientes ha abortado, puedo prometer y prometo que ello no ha destruido a mi familia ni nos ha amargado la cena. Ni tan siquiera nos ha estropeado la TDT. Del mismo modo, el que una pareja gay se case, no me ha quitado el sueño a mí ni a los míos ni ha obligado a los hombres de mi familia a caminar con el culo pegado a la pared. Vale, ya no es que sea rara; a lo mejor lo que soy es excéntrica.
Como yo no me meto en la vida de los demás a no ser que me den permiso (es mi lado vampírico; no entro en tu casa si antes no me invitas y no te llamo por teléfono para contarte algo muy personal si previamente no me convences de que no te molesto en caso de que necesite hacerlo), lo que ocurra en familias ajenas a la mía, sencillamente, no me corresponde a mí juzgarlo. Otra cosa es que me pidan opinión; en ese supuesto puedo plasmar un manifiesto de derechos, deberes y obligaciones en un rollo entero de papel higiénico. Pero creo que los valores, condiciones y ética que rijan la vida de cualquier núcleo de parientes, siempre y cuando no atenten contra la legalidad vigente, es cosa suya. Incluyo en esta legalidad vigente el aún no defenestrado matrimonio gay y los supuestos contemplados en la ley del aborto.
Ahora bien, si esa "misa en defensa de la familia" era para reclamar a las autoridades y a Dios que no se ahogue económicamente a las personas; pedirles que aquellos que habitan el mismo domicilio, sin trabajo y sin rentas, sean bendecidos por ayudas económicas, sociales y políticas; exigirles que se de una tregua a los desahucios y se permita a las familias menos favorecidas conservar su hogar; solicitar que se tomen medidas para que, en todos los núcleos con lazos de convivencia y parentesco haya al menos una persona empleada; insinuarles a los miembros de la iglesia que vendan alguna propiedad si es menester para que todos los niños españoles (un colectivo al que, por cierto, le deben muchas compensaciones), incluso aquellos de familias sin recursos, tengan al menos un regalo de Reyes... si es por eso y más, pido perdón por no haber asistido a la misa y confío en que el Dios de los allá congregados tenga el día bueno y pase por alto mi desliz. Con peticiones tan legítimas, entiendo que todos debemos entonar el oremus y darnos la paz, la gloria, la mano o el pie.
Pero, bueno, como no estoy tan segura de que la maximisa discurriera por estos cauces, casi mejor espero a la siguiente, que imagino no tardará, y me informo de la agenda de actos antes de volver a repasar aquel enternecedor canto de "Señor, has llegado a la orilla", aunque personalmente me gustaba más el de "Óyeme, tú que eres joven".
Y si mi familia y yo somos víctimas de insultos por gente de mala vida (divorciados, curas casados o personas de similar vileza) prometo contarlo. De los miembros de la política y el clero con vocación manifiesta de practicar y ejercer la corruptela, si eso, paso. Total, ya estamos acostumbrados...
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