domingo, 1 de enero de 2012

La teoría de la conspiración

Vaya por delante que soy muy fan de las teorías de las conspiración. A mí me dices que la Estatua de la Libertad esconde en su interior un laboratorio de ewoks fabricando chupa-chups radiactivos y me vengo arriba. Herencia de mi niñez, cuando me encantaba todo lo relacionado con los OVNIS, el espacio y la ciencia ficción. Será por haberlo visto tanto por lo que ahora paso completamente del tema. Igualito, igualito que lo que me ocurre con la religión.
Sin embargo, he de reconocer que el argumento del señor Hugo Chávez, relacionando el cáncer de varios mandatarios latinoamericanos con una guerra sucia de los Estados Unidos, suena a chirigota gaditana. Y no lo digo porque sea incapaz de imaginar a un puñado de hombres de negro, con gafas Ray-Ban, paseando bacterias por todo el planeta como si fueran chihuahuas, que de hecho ya lo estoy haciendo, sino porque creo que, si Estados Unidos quisiera derrocar a alguno de los mandamases que le están haciendo cosquillas desde el sur, no perdería tanto el norte. Es más, el tema Gadafi y Sadam Husein hubiera tenido un final más "feliz": muerte por enfermedad. Y aquí paz, y después gloria.
Para empezar, la teoría de Chávez, que ha salido a la luz pública tras la declaración de la presidenta argentina sobre su enfermedad de tiroides, mete en el mismo saco al presidente de Paraguay y a los dos últimos mandatarios brasileños. Que yo sepa, tanto Fernando Lugo como Dilma, aquejados del mismo cáncer linfático, han superado la enfermedad, y Lula ha dicho que se encontraba mal hace bien poco, mientras disfrutaba de su dorado retiro al margen de dimes y diretes.
Lo que ha hecho Hugo Chávez, frivolizar con un problema muy serio que afecta a muchísimas personas en el mundo y a sus familias, es una crueldad y una salida más de las suyas, de pata de banco. No se puede imitar a Gila y hablar del cáncer como si llamaras al enemigo para explicarle que te viene mal que te bombardee a las siete de la mañana. Es deshonroso y denigrante y debería abochornar a quien lo dice. Pero, bueno, el personaje está a la altura de sus palabras.
Reconozco que Chávez despertó muchas expectativas entre la gente de izquierdas cuando llegó al poder, en mi opinión infundadas. Y no nos olvidemos que estamos hablando del mismo hombre que ha estado dando bandazos ideológicos durante toda su vida (el mismo caso que el del hoy presidente de Perú Ollanta Humala, que no sé cómo habrá empezado el año, pero lo terminó escorado a la derecha). Algunas de sus medidas, sobre todo de las primeras que tomó, fueron dignas de aplauso, pero a un mandatario no se le juzga por sus decisiones más mediáticas sino por cómo afronta el global de su trayectoria política. Véase sino el triste caso de Zapatero.
El populismo de Chávez, destinado al único fin de perpetuarle en el poder, hace aguas cuando empieza a manifestar su afán dictatorial y su poco respeto a las posturas de la oposición, algo que debería causar rechazo entre cualquier observador de izquierdas. Pero no es así. Sobre todo desde el punto de vista de quienes le contemplan en esta parte del océano, quienes siguen pensando que don Hugo es un baluarte de la progresía y la dignidad humana. Y sí, se confiesan admiradores del mismo hombre que hasta hace bien poco (no sé si lo sigue haciendo) en los encuentros políticos guardaba una silla para que se sentara Bolívar. Bastante tendrá el fantasma de Bolívar con pasearse de ouija en ouija como para ir a descansar sus libertadoras posaderas a la vera del presidente venezolano.
Consideraciones político-fantasmagóricas al margen, me resulta muy fácil imaginar una conversación entre Castro y Chávez discutiendo por dónde te la pueden meter doblada los americanos. Aunque en el caso de Castro, el tema sería a la inversa, porque recordemos que los Estados Unidos se convirtieron en los primeros valedores de aquellos guerrilleros que luchaban contra Baptista desde la sierra. Y fueron Fidel y los suyos quienes, una vez llegados al poder, les dijeron a los yanquis aquello de "gracias por los servicios prestados, pero ahí os quedáis" (no estoy segura yo de que no tomaran tal decisión con mal criterio). De aquellas riñas entre enamorados deriva hoy este divorcio en malos términos.
Y vuelvo que me pierdo. Decía que me imagino a Castro y a Chávez cotorreando sobre el amigo americano igual que dos personas se reúnen para poner a parir a una tercera que les da mucho por saco a ambas. Cualquier excusa es buena para criticar al que agravia. Y no digo que en este caso Estados Unidos no se lo merezca, porque su descarada intervención en los asuntos internos de los países latinoamericanos siempre me ha causado sonrojo, sobre todo si tenemos en cuenta la compra y venta de las voluntades de grandes hombres, hoy considerados mitos de la igualdad y la democracia universal, pero que, en su día, fueron amantes secretos del amigo del norte. Y no voy a mentar nombres para no aguarle el año nuevo a quien todavía crea en la bondad intrínseca del ser humano y que los ideales no se crean ni se destruyen, sino que se transforman.
Dicho lo cual, y parafraseando al mandatario venezolano, que se cuiden Evo Morales y Rafael Correa, no sea que les vaya a dar una tos. ¿Al resto de presidentes no afectos a la causa bolivariana? A ésos, que les den bacilos.

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