viernes, 16 de marzo de 2012

Peligro: carcas

La definición de lo que es un conservador, desde el punto de vista estrictamente político, está clara: hablemos de un señor, un partido o una institución, haría referencia a quien pretende preservar el orden establecido y los elementos que facilitan el que dicho orden sea tal. Pero una cosa es ser conservador y otra, ser carca.
En España, ahora mismo gobierna un partido conservador que, por lo que se ha visto, es un partido de carcas. Y, sobre todo, esta condición humana sale a la luz cuando toca enjuiciar a las mujeres y sus circunstancias. Hace unos días, nuestro insigne ministro de Justicia sacó a pasear su lado más rancio hablando de la violencia estructural que lleva a las mujeres a abortar. No voy a continuar desgranando semejante salida de padre (y muy señor mío) porque me daría para escribir una novela negra, pero lo que me llama la atención es que no haya surgido un coro de damas peperas amenazando con correr al señor Alberto a escobazos si no retiraba la mayor. Entiendo que sus hombres se callen como señoritas de mala reputación, pero no comprendo este silencio consentidor en filas que, según rezan los prospectos, van hasta de feministas.
Aunque tampoco debería extrañarme tanto. Después de todo, ahí está Soraya Sáenz de Santamaría, reincorporándose al frente aun con el cirujano haciéndole un zurcido en la cesárea; su colega Cospedal (qué inquietud me produce esa mujer, que cuando habla siempre nos regaña como si hubiésemos matado a Kennedy), tomando medidas entre drásticas y misóginas, como la cancelación de las subvenciones a los centros de mujeres maltratadas de Castilla La Mancha; o Esperanza Aguirre, poniéndole la puntilla a Gallardón al afirmar que la violencia estructural contra las mujeres la causan aquellos hombres sin piedad que las dejan preñadas y luego no quieren casarse con ellas... Olé su sapiencia y perspicacia.
Vuelvo a recordar las palabras de un dirigente pepero diciendo que sus colegas femeninas estaban encantadas de cuidar de sus casas, hijos y marido y se me revoluciona hasta la laca. Sobre todo porque si se refiere a las tres cabezas privilegiadas del párrafo anterior es lógico que estén divinamente, teniendo en cuenta que mantienen a un grupo de empleadas del hogar al frente de sus asuntos domésticos. Si yo tuviera su poderío económico, a lo mejor también me sobraba tiempo para dedicarme a la política y arengar a las masas desde los puestos de los mercados, mientras finjo que me interesa el tema de los productos frescos y lo "carisísimos" que están los tomates.
Me molesta mucho que, según las estadísticas, las mujeres continuemos cobrando un 22% menos que nuestros colegas hombres por desempeñar el mismo trabajo; me molesta, por ejemplo, que esta reforma laboral, mal parida y peor criada, castigue sin piedad el absentismo laboral con el despido, aun a sabiendas de que las mujeres son las que suelen caer en él al verse obligadas a cuidar hijos, familiares mayores, etc. Además de la salud propia, deben cargar con los males ajenos. Me molestan muchas más cosas, pero me aterra pensar que quienes nos gobiernan nos ven como incubadoras destinadas a procrear  e invertir la pirámide de población del país, al mismo tiempo que dejamos las camisas de nuestros hombres como los chorros del oro y dedicamos el tiempo libre a hacernos bonitas mechas para asistir a esas manifestaciones en favor de la familia que, ahora mismo, con todo lo que les luce la peineta, están de más.
Puedo entender el conservadurismo, el liberalismo, el socialismo y algún que otro ismo, pero no puedo empatizar con los carcas, sean del signo que sean. Personas enterradas en el pasado y que solo entienden el progreso cuando es económico, viendo el avance en los derechos como una amenaza al status quo. Me recuerdan a aquellas élites del siglo XIX, que condicionaron la estabilidad de sus gobiernos y su participación en los mercados externos, reclamando únicamente la protección de sus derechos y su parte del pastel en las finanzas del país. Gentes cerradas sobre sí mismas y dispuestas a importar el único progreso que entendían, y que era el encarnado por los bienes materiales. No sé... quizás es que soy de esas personas que prefieren no dar un paso atrás ni para coger impulso, acostumbrada a pensar por mí misma (incluso cosas que no gustan un pelo a los demás) y ello me ha trastornado, porque, en realidad, lo que verdaderamente mola y da sentido a nuestras vidas son los toros, la Semana Santa y el parir querubines rubios que estudien en colegios cristianos donde les enseñen a ser hombres y mujeres de bien, más carcas aún que sus propios padres. Miedo me da pensarlo.

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