miércoles, 28 de marzo de 2012

Ponga un psicópata en su vida

Si alguien ha visto la película Los hombres que miraban fijamente a las cabras, protagonizada por George Clooney y Ewan McGregor, no se sorprenderá al averiguar que el autor del libro en el que está basada ha escrito recientemente una especie de manual de autoayuda titulado ¿Es usted un psicópata? (Ediciones B) que, formulado de esta forma, sin precalentamiento ni nada, nos deja un poco con la duda colgando y el entrecejo fruncido.
Este señor, que atiende por Jon Ronson, no solo nos plantea un pormenorizado test para averiguar si somos individuos manipuladores, mentirosos, crueles y desprovisto de toda empatía, sentimiento de culpa y remordimientos, sino que nos dice, con una alegría pa'l cuerpo que ya la quisiera yo durante mis viajes en autobús, que probablemente estemos rodeados de una vistosa panda de tarados y no nos hemos dado ni cuenta.
El autor empieza bien, recurriendo al consuelo de padre. Y es que nos asegura que si en el test salimos ratitos que no nos preocupemos porque, total, como somos un poco psicópatas, el hecho de saberlo nos va a traer más bien al fresco. Pero la cosa se caldea cuando, preguntado por si nuestros jefes pueden ser psicópatas, va el tal Ronson y no solo dice que "of course" sino que probablemente lo sean. Se nos pone la cremallera del pantalón de corbata.
En una entrevista de promoción, Jon Ronson no ha dudado en echarle sal a la herida y decir que el mundo del periodismo es caldo de cultivo de psicópatas, porque se trata de una de las profesiones en la que "no tener escrúpulos y ser despiadado se considera una cosa buena". En esto no puedo más que presentarle mis respetos y, si procede, invitarle a un gintonic para que me comente la jugada. Insiste Ronson que los psicópatas se dan más entre los altos cargos, que suelen ser gente de buena familia, que no necesitan recurrir a la violencia física para sembrar el mal, porque tienen otras "cualidades" que torturan más que el potro de castigo. El hombre sigue y no para de dar mucho miedo: "Hay gente enferma que lleva algunos de los puntos al extremo, psicópatas moderados o mediocres, ese jefe cruel y despectivo, ese marido promiscuo y manipulador", cuenta en una entrevista al diario El Mundo. "Los psicópatas buscan el éxito, pero el éxito no necesariamente significa llegar a ser un magnate; hay para quien el éxito es controlar y aterrorizar a una pequeña oficina". El que, después de leer semejante explicación, no mezcle churras con merinas (o peras con manzanas) hasta llegar a la conclusión de que casi son más los locos que los cuerdos que se han cruzado en su vida, que tire la primera piedra. Y que apunte bien, que luego le cae siempre a quien no lo merece.
Después de semejante declaración de principios, Ronson nos llama al orden y nos dice que tampoco están los tiempos para tachar de psicópata a todo aquel que nos caiga mal. Porque una cosa es la persona que te ataca repetidamente e intenta manipularte y otra aquel que tiene el día tonto y te ha soltado cuatro frescas que te han dejado del revés. El título de psicópata, como todo en esta vida, hay que ganárselo a base de esfuerzo, tiempo y mucho dar por saco.
Para que no nos quede un mal sabor de boca, Jon Ronson continúa su discurso asegurando que es bueno saber detectar a un psicópata, ya que aprendes cómo defenderte de él. No lo tengo yo tan claro. Principalmente porque a él no le duelen las cosas y a ti sí; él, aunque disimule, no tiene conciencia, y tú todavía sigues cargando con la tuya. Una faena, pero nadie dijo nunca que ser bueno fuera fácil (si no, las religiones no se hubieran comido un colín).
Da cosa ver cómo el autor del libro aborda el tema como quien está haciendo un análisis de las subidas y bajadas de la Bolsa. Prácticamente viene a señalar que el que no tiene a uno de estos personajes en su vida es que no ha vivido o, en el caso peor, es tonto. Cualquiera que haya compartido tiempo con gente de semejante calaña se preguntará si esto no es como llegar de nuevas a un país tropical rodeado de mosquitos chungos y esperar no pillar la malaria. Lo probable es que te piquen y lo pases fatal, pero la otra posibilidad, la de adaptarte al medio, tampoco es para echar cohetes, sobre todo porque corres el riesgo de convertirte en portador del mal sin enterarte. Muchas vences pienso que, quizás, de tanto convivir con este tipo de individuos, y en aras de la supervivencia, hemos empezado a mimetizarnos con ellos y a adoptar sus modismos, que luego ponemos en práctica con quienes más apreciamos. No me extraña que luego nos pasen las cosas que nos pasan...



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