Ayer, ante la convocatoria de huelga general efectuada por los sindicatos mayoritarios, alguien a quien conozco (saludos, "hombre de las galaxias") me dijo, más o menos, que no entendía tanto revuelo, que parece que la gente no era consciente de a quiénes había votado. No pude más que entender su planteamiento. Porque yo tampoco lo pillo. A lo mejor es que soy de miras cortas, pero me resulta muy complicado asumir que alguien haya mirado a los amigos peperos con ojos de cordero degollado creyéndose todas las milongas que esos chicos y chicas, tan atildados y que tan bien huelen, les cantaban al oído. Me cuesta comprender que alguien escuchara aquella célebre frase (creo que era de la amiga Cospedal, aunque no estoy segura) que insistía en que el PP era el partido de los trabajadores, y la haya interiorizado hasta el punto de convertirla en un dogma de fe. Porque lo cierto es que el PP no ha sido ni será nunca el partido de los currantes y sus principios permanecen inalterables e inasiquebles al desaliento; no tienen otros. Una cosa distinta es que los disfracen de progresía para recibir a las visitas, pero ni siquiera semejantes oropeles consiguen mitigar el olor a rancio que sale del programa conservador. Quien haya votado al PP pensando que España sería la Jauja del buen rollo, donde el trajajador ejercería de caballero de blanca armadura con poder para desfacer entuertos, es que tiene la capacidad de reflexión en el tinte. Eso o que está cabreado como una mona con la panda socialista, que también podía ser.
Recuerdo ahora aquella anécdota tan estúpida del ex marido de Sharon Stone en el zoo (es lo que le pasa al disco duro de mi cerebro, que está lleno de cromos de los Fruitis y chistes de leperos). La actriz le había regalado a su entonces esposo una visita privada al zoológico y al hombre no se le ocurrió otra cosa que entrar en la jaula que habita, muy pacíficamente por cierto, el dragón de Komodo, el lagarto más grande del mundo. El cuidador le dijo que no había problema siempre que no lo atosigara y se quitara todo lo que llevara de color blanco porque, al parecer, al animalito le "pone" mucho ese tono. Total, que el hombre se quitó las zapatillas y se dispuso a vivir la aventura de su existencia. Pero hete aquí que el dragón de Komodo no entiende de actrices de Hollywood, ni de maridos, ni de guardianes pelotas y su instinto le incita a morder cuando algo no le complace. Así que la historieta terminó con el bicho rebanando el dedo del pie al santo esposo de la Stone.
Con esto quiero decir que no podemos pretender que alguien deje de ser lo que no es solo porque nosotros querramos o necesitemos creer en ello. No podemos elegir a ciertos miembros del PP para que rijan nuestros destinos y luego pedirles que no lleven a la práctica políticas neoliberales que nos saquen de quicio a todos. En resumen, nos quejamos, pero hemos sido nosotros los que hemos entrado en su jaula exponiéndonos a que nos mordieran. Y, claro, lo han hecho. A ver quién es el guapo que nos saca de allí una vez nos han hincando el diente.
Marshall Sahlins desmontó hace un tiempo la teoría de Hobbes de que el hombre es un lobo para el hombre. Venía a decir que eso es una exageración antigua y descocada y que, en realidad, los humanos somos seres solidarios y afectivos. Lo que ocurre es que, cuando se trata de defender lo nuestro, lo que más amamos y queremos, lo hacemos con uñas y dientes y nadie nos puede criticar por ello. Es nuestro deber elegir conscientes de nuestras decisiones,luchar por lo que consideramos justo y no permitir que nadie nos acuse de que, haciéndolo, destrozamos, ya no el país en el que vivimos, sino casi la civilización tal y como la conocemos.No por intentar cambiar el orden que nos disgusta nos convertimos en alimañas egoístas y sin corazón. Aunque las tentaciones sean grandes, sobre todo cuando entras en un andén del metro madrileño y te topas con esos pseudoinformativos concebidos a mayor gloria del país de las maravillas de Esperanza Aguirre, donde hasta el proyecto de Eurovegas parece una gran cena navideña organizada por la Madre Teresa. Mundo cruel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario