Leo en los periódicos que se debate y rebate sobre el tema del sexismo en el lenguaje. Una forma de entretenerse tan digna como jugar al Scrabble. O a hundir la flota. O a hundir un país, o... vuelvo, que me pierdo. Imagino que las ex ministras Pajín y Aído estarán festejando con aguardiente semejante debate léxico, tan vacío como absurdo. Porque no creo que la raíz del problema esté en la lengua española, si no en el uso que se hace de ella.
Y es que todos somos conscientes de que no es lo mismo decir "este hombre es un zorro" que "esta mujer es una zorra" o "menudo perro está hecho" que "menuda perra está hecha". Pero en lugar de socavar el machismo de los conceptos nos ponemos de los nervios intentando colocar la "a" final a las palabras para que queden así como más femeninas, ¿o diríamos mejor feministas? Tachamos sin pudor algunos términos de sexistas cuando su único pecado es ir acompañados de un artículo. Por ejemplo, juez. El vocablo no lleva la "o" del final, pero hay que ponerle una "a", supongo que por justicia. Pues bueno. No sé cómo estamentos tan anclados en nuestra sociedad, como la policía, por ejemplo, no se levanta en armas ante esta lucha de conciencias. ¿Por qué al policía no se le cambia la "a" por la "o"? ¿Que eso de decir un policío suena feo? Más feo está lo de miembras y, a base de chistes, nos vamos acostumbrando. No demasiado, no vaya a ser que haya una de ésas míticas conjunciones planetarias, se nos rebelen los cometas y, a partir del 12 del 12 tengamos que decir "los cometos". Así, con dos cosos redondos rematando la faena.
Lo peor es que, mientras estamos ahí, debatiendo sobre sexismo y misoginia, vienen otros, con actitudes torpemente machistas, intentando tomar la delantera de la confrontación social. Ahí está el señor Gallardón, que ahora que es ministro ha decidido quitarse la careta centrista e insinuar que hay una violencia estructural contra las mujeres que nos empuja a abortar. Entiendo que el ex alcalde de la capital opina que yo no tengo el suficiente criterio, la capacidad de raciocinio o la inteligencia necesaria para decidir por mí misma, y que si algún día caigo en el pecado del aborto, será porque un mal hombre (con lo de "mal" quiero decir de izquierdas) me ha empujado a deshacerme del feto tras someterme a una tortura sin fin. Reducir a la mujer a un simple instrumento de la voluntad masculina, a un objeto animado venido al mundo con la única tarea de procrear es de cavernícolas. Hay que tener muy poca vergüenza y ser un machista redomado y convencido en la intimidad para soltar tamaño disparate en público sin que se te mueva la patilla de la gafa. Si hoy no acabo el día vomitando será porque me he metido en vena algún párrafo de Gertrude Stein. Tratamiento de choque, que le llaman, y que solo se puede aplicar en pequeñas dosis para no acabar ejerciendo la misandría con la misma facilidad que algunos ejercen de políticos.
Con todo este lío me viene a la cabeza el concepto aquel de la femme inspiratrice manejado por Jung y que creo que ha rescatado el mexicano Jorge Volpi en su última novela. El famoso psiquiatra creó el término para definir a Christiana Morgan, una mujer que, según él, no había nacido para procrear hijos sino para fecundar a los hombres que supieran apreciarla o, lo que es lo mismo, ejercer de musa, inspiradora, sueño y fantasía, principio y final del hombre que tuviera la inmensa suerte de encontrarse con ella, gozar de ella y mantenerla a su lado. No creo que haya ninguna mujer que no quiera ser una femme inspiratrice, aunque dicho papel esté reservado a unas cuantas afortunadas que, a lo mejor, ni siquiera saben que lo son. A Gallardón y a otros colegas del montón no les vendría mal toparse con una de las elegidas. A ver si así, al menos, se entretienen haciéndole la corte con sus modismos de señores medievales (inciso: el otro día alguien me recordaba que el que es leal a otro mientras le da algo y lo abandona cuando no puede sacar provecho de él se está comportando como un vulgar siervo de la gleba; razón tiene) y nos dejan en paz al resto de las mortales. Sería un detalle por sus partes... ¿o debería decir partas?
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