domingo, 11 de marzo de 2012

RqR

Si algo me motivara ahora mismo a trasladarme a los Estados Unidos de Norteamérica sería el afán investigador. No me refiero a unirme a las filas de la NASA ni a invertir mis energías en encontrar una solución a la deforestación planetaria; más bien, se trataría de un estúpido intento de descubrir de dónde sale ese conservadurismo tan atroz que a veces inspira a personajes relevantes de la sociedad norteamericana. Siempre me ha llamado la atención la cruzada de algunos contra la vida privada de muchos, las ganas de fiscalizar el encamamiento ajeno, de influir sobre actos y pensamientos y, sobre todo, de reunir a un nutrido rebaño que les jalee con oes y aes cada vez que de su bocaza sale una idea, ya no prehistórica, sino antihumanista.
El último en sacar los pies del tiesto ha sido Kirk Cameron, el jovencito alocado de Los problemas crecen que, en cuanto alguien le concede unos minutos televisivos, le da por sacar a pasear al tipo rancio que lleva dentro y cargar contra la homosexualidad. Contra otras cosas también, pero parece que el asunto gay le preocupa mucho, lo cual, si nos dejamos llevar por pensamientos pocos ortodoxos, a lo mejor tiene que ver que un trauma de los de hacérselo mirar. Según cuenta su biografía, Cameron se casó con la actriz que hacía de su novia en la serie, se dedicó a tener hijos y adoptarlos y a abrazar los preceptos de la iglesia evangélica. Todo ello con idéntico fervor. Pero tamaño rechazo a una tendencia sexual que ni le va ni le viene me recuerda a algunas de las anécdotas que contaba Kenneth Anger en el libro Hollywood Babilonia, con ejecutivos de los grandes estudios intentando que actores jóvenes pasaran por el aro a cambio de un papelito en alguna serie. No digo yo que a Kirk tuviera que vivir situaciones tan extremas pero, posiblemente, vio cosas que quizás ninguno nos merezcamos ver jamás. Es mi peculiar teoría alienígena, aunque pude haber otras.
De todas formas, el ejemplo de Kirk no es único. Ahí tenemos, sin ir más lejos, a Willie Aames, quien en la serie Con ocho basta interpretó un papel muy parecido al de Cameron (joven, guaperas y ligón). Aames atravesó un infierno de drogas y alcohol justo antes de sumarse a la causa de la iglesia evangélica y defender los mismos preceptos que el bueno de Kirk. No hace falta ser un lince para encontrar semejanzas entre ambas trayectorias, tanto en el origen como en el desarrollo, ergo algo huele a podrido en Dinamarca.
Si repasamos la casuística, es curioso que los señores erre que erre siempre sean de índole muy conservadora, dispuestísimos a inocular entre la opinión pública preceptos tan sublimes como que Obama no es americano o que el hombre nunca pisó la luna convencidos de que a la luna no la pisa ni Dios. Eso allende los mares, porque en España también tenemos lo nuestro. Sin ir más lejos, la tragedia del 11M, que hoy está de aniversario. Es increíble lo mal que encajaron algunos la derrota política de las huestes peperas aquel año y lo que les cuesta digerir el no llevar razón: en las bombas de los trenes tiene que estar la mano de ETA sí o sí, aunque sea porque alguno de los terroristas reconocidos tuvo en su día un amigo cuyo tío abuelo nació en Barakaldo. Todavía recuerdo la que se montó tras encontrar en una furgoneta el cassette con los grandes éxitos de la Orquesta Mondragón, prueba irrefutable de que los asesinos vascos tenían un puesto de honor en este intríngulis. No quiero yo pensar qué hubiera pasado si, en lugar de eso, se hubieran topado de bruces con un cd de Silvio Rodríguez... ¡el castrismo más vil actuando impunemente en Madrid! Hubiera dado para elaborar muchas enciclopedias históricas, ¿verdad, señor Aznar?
Al Don Erre que Erre de Paco Martínez Soria le han salido muchos imitadores. Igual de tercos, absurdos y grises que el personaje en cuestión. Gente con una ingente cantidad de imbecilidad que no duda en escupir en cuanto alguien tiene el detalle de dedicarle unos pocos minutos. Individuos muy parecidos a ese Mourinho que ahora no duda en afirmar que Guardiola es de su mismo pelaje, para jolgorio y gran jaleo de los que aseguran, como bien dice Carlos Boyero, que Pep mea colonia. Está claro que la inteligencia siempre ha sido una virtud infravalorada en este país, sobre todo si viene de alguien con éxito. Lo que ocurre es que, en esta última bravuconada made in el Bernabéu, Pep le ha hecho una verónica al entrenador madridista diciéndole que vale, que a lo mejor lleva razón, con lo que tendrá que hacérselo mirar. ¡Toma elegancia! No me creo ni un ápice de las teorías de las conspiración que manejan los madridistas cada vez que los partidos no les salen según la escaleta, pero sí opino que hay momentos en los que todas las personas de bien somos Guardiola. Y a mucha honra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario