lunes, 11 de abril de 2011

Duelo de ¿titanes?

Todos tenemos nuestro Shangri-La, ese lugar que no conocemos pero al que nos gustaría ir porque estamos seguros de que en cuanto pongamos un pie allí, veremos la vida de otra forma. Luego tal vez no ocurra nada, pero la ilusión es mucha e ilimitada. En fin, a lo que iba. He conocido a gente enamorada de Egipto sin conocerlo, de la India, de Nueva York... A mí esto mismo me pasa con Perú. Por eso estoy siguiendo con tanta atención el proceso electoral que colocará a un nuevo mandatario al frente del país. Por el momento, hay dos contendientes en cabeza: Ollanta Humala y Keiko Fujimori. El primero es un tipo atildado, educado, que orquestó un golpe de estado contra Fujimori que se quedó en un quiero y no puedo. En un principio se erigió en una suerte de Chávez o Evo Morales, o sea, el hombre humilde y de izquierdas que persigue tener el poder del país para, básicamente, nacionalizarlo todo. Siguiendo aquello de "cuando las barbas de tu vecino..." ha cambiado de chaqueta y se ha destapado como un admirador de Lula que, según cuentan, ya ejerce de padrino y mentor. Mala cosa cuando uno aspira a gobernar un país y no tiene clara su propia ideología.
La segunda en este duelo es Keiko Fujimori, la misma que ejerció de primera dama de su país cuando sus padres se separaron. Promete reformas sociales y es, según todas las encuestas, una de las parlamentarias menos activas, pero el apellido es un grado. La desconfianza estriba en si con ella regresaría la época de su padre: corruptelas, clasismo etc.
En un país donde hasta ayer había una guerra encarnizada entre Sendero Luminoso y el ejército (muy recomendable la lectura de El bailarín de arriba, de Nicholas Shakespeare, sobre la captura de Abimael Guzmán, líder de la banda), el sentir democrático parece casi una entelequia. Es la extraña sensación de que, votes a quien votes, siempre gobernarán los mismos. Me suena... La carrera electoral se antoja apasionante por la personalidad de los contendientes más que por el resultado. Y por el mal perder que seguro tendrá el que se quede atrás. Suerte a todos y que gane el mejor. O no...

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