Reconozco que solo he leído un libro de Federico Moccia, el titulado Perdona si te llamo amor. Y reconozco que, tras haberlo acabado, juré no volver a leer nada más de este italiano. Vale que no me gusten especialmente los libros de amor, vale que en mi opinión una historia de esta ralea en la realidad sea más equiparable a una historia de guerra (de las de mucha sangre) que a esos cuentos almibarados que tanto nos alienan... Pero lo de este italiano, sencillamente, no pasa el corte. Ni el corte estrictamente literario ni el corte como ficción.
Vamos a ver. La cosa va de un, más o menos, cuarentón de buen ver (demasiado buen ver diría yo) que bebe los vientos por una adolescente de instituto. Ella obedece a la fantasía que todo viejo verde quisiera para sí: minifaldera, sexualmente liberadísima y muy cabeza loca. Él encarna un anuncio de El Corte Inglés: esos de ejecutivo de gimnasio con gafas de intelectual que se dan un aire de "en los negocios soy un hacha y en la cama ni te imaginas". Para empezar, un tipo que además de guapo es inteligente, concienciado, buena persona y con una conversación rozando la de un premio Nobel, no pasaría sus tardes y sus noches con una sílfide que todavía está adorando a Justin Bieber. De igual modo, ella, a poco que tenga uso de razón, le vería a él nada más y nada menos que como un buitre. Para que nos enteremos, sería como mezclar coca-cola con solomillo. Poderse se puede, pero cuesta.
El señor Moccia está en su derecho de tener todas las fantasías que quiera. Es totalmente legítimo. Otra cuestión es que nosotros se las compremos y las aceptemos como fe de vida. Ahí está el pecado y la penitencia. Espero y confío que ese empeño suyo en mostrarnos a niños de 16 años, encerrados en un cuerpo de 40, dando lo mejor de sí mismos con mujeres de 50 embutidas en el tipazo de una joven de 17 nos suene más a ciencia ficción que otra cosa. Para echarnos unas risas con los amigos y poco más. Y no me pongo a analizar el papel de geisha que Moccia le adjudica a la mujer porque llevo un día de muy mala leche y no me quiero hacer mala sangre. Pero que sepa el mundo que esto me daría para varias entradas en mi blog.
Voy a repasar El Señor de los Anillos. Visto lo visto, ahí sí hay realidad de la buena.
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