Esto de que Gallardón, alcalde de Madrid, se presente a diputado y aspire a ministro es una situación tremendamente grave. No lo digo por sus supuestas nuevas funciones, que a lo mejor también, sino por los efectos colaterales que tendría su salida del ayuntamiento. Así, de primeras dadas, el golpe más certero sería el probable ascenso de Ana Botella a señora alcaldesa de la capital, lo cual se puede resumir en solo dos palabras: susto o muerte.
Estamos hablando de una mujer que, no sabemos si abducida por la sabiduría de su santo, el ex presidente Aznar, se habría convertido en inspiración de los mejores humoristas patrios si no resultara tan patética. Ejemplos haberlos, haylos. Sin ir más lejos, Madrid goza estos días de unos niveles de contaminación que ni México D.F. en sus momentos más granados. Botella, cuyo conocimiento y experiencia en Medio Ambiente se presupone por el puesto de concejala que Gallardón le adjudicó en la tómbola consistorial, niega la mayor y nos remite a esas declaraciones de pata de banco que en su día ya se atrevió a pronunciar: "Madrid está lejísimos de una alerta, que nunca se va a producir. Estamos en un momento en el que la gente se encuentra deprimida por el paro. Eso asfixia más". Menuda manera tan poco elegante de mezclar churras con merinas o, como a doña Ana tanto le gusta, peras con manzanas.
Y así, mientras otras capitales como Milán restringen el tráfico rodado en el centro para evitar el sufrimiento de sus ciudadanos, la expertísima en Medio Ambiente niega la mayor y nos anima a seguir padeciendo, pero por otros motivos. Heredera fiel de la verborrea de la derechona más rancia, la culpa, siempre, es de Zapatero. Según la simpar política, trabajar es sin duda más importante que respirar y el origen de la contaminación radica, no en los coches ni las industrias, sino en esos parados, sin oficio ni beneficio, que se empeñan en fumar contaminando las calles mientras disfrutan de su privilegiada situación ociosa. No sé cómo no se nos había ocurrido antes.
Ahora, además, cuando las calles de Madrid están hechas una pena, cuando los barrenderos se muestran incapaces de limpiar tanta suciedad, la Botella se va por peteneras e insiste en que "los mendigos son un problema añadido a la limpieza de la capital". Olé, olé y olé. Es lo que ocurre cuando vives en un barrio residencial: no hay mendigos ergo las calles están como los chorros del oro ergo el problema de los demás son esos impresentables que se empeñan en llenar los portales de cartones y orines. Sin palabras.
Esta mujer, cada vez que habla sube la bilirrubina. Su persona (o su personaje, vaya usted a saber) es, si san Tierno Galván no lo remedia, quien regulará nuestras vidas y administrará nuestros impuestos. No miedo, sino pavor da dejar la endeudada y maltratada capital de España en manos de alguien para quien "l.a Cenicienta es un ejemplo porque recibió malos tratos sin rechistar". No sé qué cuénto habrá leído, pero el que nos quiere contar ahora no nos lo creemos.
Reflexionando sobre todo esto me arrepiento -solo un poco- de mi post del otro día y afirmo que hay situaciones en las que más vale lo malo conocido. Son ésas en las que lo peor también nos resulta demasiado familiar. Tan familiar que entre susto o muerte ya hace mucho que hemos elegido: esta temporada toca muerte. Luego, el PP proverá.
Dejo aquí un link a una entrada del blog de ese gran fotógrafo que es Eugenio Recuenco. Hace tiempo le dio por divagar sobre la idea de montar un restaurante y he aquí el resultado. Os va a encantar...
http://www.eugeniorecuenco.com/varios/restaurante.html
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