domingo, 30 de octubre de 2011

¡Madre mía!

Hay un programa estadounidense, actualmente emitido por MTV España, Date my mom, que se dedica a unir a jovencitos con picores utilizando como gancho a la madre de ella. El sujeto que busca novia somete a sus posibles suegras a diferentes pruebas para, según el comportamiento de la madre, hacerse una idea de cómo será su retoño (tengamos en cuenta que el tipo no ve a las pretendientas hasta una vez hecha la elección definitiva). Partiendo de la base de que a mí, los programas televisivos que se dedican a buscar pareja me parecen una tomadura de pelo sin chispa alguna (a ver quién es el guapo que intima en cinco minutos, rodeado de cámaras y equipo de sonido; si hay calentón, seguro que ya venía de casa), debo confesar que este formato de la cadena norteamericana no me parece surrealista, sino lo siguiente.
Para empezar, las madres echan un vistazo al jovenzuelo, lo miran como diciendo "¿mi hija? Vente tú conmigo que ya me encargo yo de darte un buen repaso" y se lanzan a la aventura como si no hubiera un mañana. Da igual que les toque tirarse en tirolina, hacer trompos con un BMW o bailar la conga encima de un elefante. Se sienten capaces de todo con tal de demostrar que su hija es digna de los favores del mozuelo protagonista. Y ya me dirán ustedes qué tiene que ver la codicia con la presbicia. El que una madre sea capaz de hacer un cóctel molotov con un panchito y una aguja de ganchillo no quiere decir que a la niña se le de bien la química y, mucho menos, la física. Pero eso carece de importancia. Hay que venderse como sea. Juro por Pocoyó que he oído a una de las madres desgranar las virtudes de su hija y ensalzar como principal aquella de "mi niña tiene unas tetas como melones". Lógicamente, argumento de tanta enjundia acabó de decidir al premio Nobel que tenía enfrente, quien, tras reflexionar décimas de segundo, optó por la tetona sin más miramientos, rechazando a una segunda porque "le gustan los pepinillos". Fenomenal, machote.
Yo abogaría por adaptar semejante formato -exitazo de audiencia desde 2004- a la cotidianeidad española. Me imagino a esas madres mediterráneas interrogando al pretendiente: "¿Quiénes son tus padres?"; "¿Qué notas sacas?"; "¿Sales muy a menudo de botellón?"; "¿No te podías cambiar un poco el peinado?"; "Esos pantalones que me llevas no te hacen un buen culo". Y ya, en un alarde de confianza, tras lanzarse al ruedo a torear unas vaquillas: "¿La tienes grande o pequeña?"; "¿Te gustan las muejeres maduras?". Deseando estoy de ver las cara del buen mozo, morada cual berenjena, cavilando sobre aquello de "ya me decía mi madre que debería haberme presentado a Mujeres y hombres..."
Sin salir de la MTV, a este prodigio de show que deja en pañales a Saber y ganar, le sigue otro llamado Plane Jane, donde una chica del montón es sometida a un repaso de estilismo. ¿El objetivo? Insuflarle la confianza necesaria para declararle su amor al amigo por el que bebe los vientos. La estilista de cabecera que se han buscado hace lo que puede, pero hay que reconocer que la chica suele tener un pase antes y un stop después. Vamos, que el look tipo cromo quedará muy bien en la tele, pero le pega lo que a mí un sombrero de Carmen Miranda. Aunque lo peor no es eso, lo peor es ver al amigo dirigiéndose a la cita como cerdo al matadero, pensando por dónde se la pueden meter doblada. Y él, a quien su amiga le atrae lo mismo que inmolarse en el patio del instituto para defender el honor de Belén Esteban, se ve obligado a tragar bilis, poner cara de "no, si tú a mí me gustabas desde que íbamos a la guardería" y dejarse magrear por la otra, que ya está lanzada, delante de las cámaras y la estilista cotilla. Planazo.
Y digo yo que si, en vez de lanzarnos a buscar la fama y gloria televisiva a través del ridículo miráramos un poco a nuestro alrededor, a lo mejor nos iría de vicio. Vale, tal vez nadie nos reconocería por la calle, pero encontraríamos a gente algo más auténtica, ésa que suele estar delante de nuestras narices y a la que no siempre sabemos ver. Tonterías que se le ocurren a una.
Por cierto, ya que menciono la palabra tonterías, el programa ése de las suegras acaba con la pareja corriendo de la mano delante de una puesta de sol y planeando su primera cita que, inevitablemente, consistirá en hacer puenting, tirarse de un helicóptero o enrolarse en el Circo del Sol. La segunda, imagino, la dedicarán a asesinar a la madre de ella, por planificar y consentir semejante embolado. Romántico de verdad, ya digo.


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