domingo, 9 de octubre de 2011

Cuando un amigo se va

Hay gentes que pasan por nuestras vidas sin pena ni gloria. Vienen y se van sin que apenas nos demos cuenta, tal vez únicamente por la corriente de aire que se cuela por la puerta cuando entran y salen. Otras ingresan en nuestra existencia con el buen ánimo de fastidiar y meter el dedo en el ojo las 24 h. del día si eso fuera posible. Mal karma si te toca alguien de este cariz, porque es más difícil deshacerse de ellas que de una familia de papilomas. También existe ese otro tipo de personas, cuasi mutilados en lo emocional y de dudosa empatía, que reclaman presencia en tu vida cuando, al mismo tiempo, se niegan a darte lo esencial para mantener una relación medianamente sólida: tiempo y espacio. Difícil esperar nada de ellos salvo desilusión.
Afortunadamente, también está ese otro grupo de individuos, que llegan sin hacer ruido y se quedan ahí, en el fondo del escenario, como una presencia sorda pero efectiva en los momentos buenos, los malos y los peores. Son tipos de una casta especial, seres que ejercen de guía sin que apenas te des cuenta, capaces de trucar la tristeza por risa y hacerte ver que les importas de verdad cuando piensas que no le importas un carajo a nadie.
Quien tiene la suerte de toparse con alguien así en la vida es lógico que se asuste ante la amenaza de su partida. Difícil hacerse a la idea de perder a ese otro capaz de hacerte entender que la realidad tiene muchos matices y que, en ocasiones, a las cosas hay que verlas con otras lentes. Que se puede enseñar a vivir de muchas maneras, pero que la mejor enseñanza es desde la comprensión, el entendimiento y la empatía. Que, en resumen, hay más versiones que la oficial y que todos tenemos derecho a ejercer el digno arte de pensar.
Es una suerte que por tu vida se cruce alguien con inquietudes, más que nada porque empuja tu deseo de saber, de indagar, de preguntar. Es muy sencillo contagiarte de sus ganas de entender, de su deseo infinito de buscar. Puede estar, puede irse, puede volver.... pero con eso y todo, ya habrá sembrado en nosotros la semilla de la curiosidad y de las ganas de superación e ir un paso más allá.
Igualmente, es una suerte encontrar a alguien capaz de luchar  por lo que quiere y desea, sobre todo cuando se trata del bien común. Con las ideas claras y las ganas intactas. Incapaz de utilizar la queja para hacer medrar y nutrir las relaciones personales a sabiendas de que de esta forma solo se consigue alimentar la negatividad y el rechazo.
Todavía falta tiempo para que te marches, pero el tiempo es así, va a su ritmo y a veces pasa demasiado deprisa. Son varios los que han empezado a llorar ante la certeza de una ausencia que todavía no es tal; resulta fácil comprenderlos. Te han convertido en parte de sí mismos, de su patrimonio y no entienden de justificaciones. Complicado hacerles ver ahora que siempre quedará tu recuerdo y las ideas, el empuje y esos retazos de sabiduría que has dejado en aquellos que han tenido la SUERTE de compartir parte del camino contigo. Buena fortuna, amigo.

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