Miremos a nuestro alrededor y veamos cuántas de las cosas que nos rodean no nos sirven absolutamente para nada. Seguro que más de una y más de dos. Si extrapolamos esta inutilidad doméstica a la sociedad, comprobaremos pasmados que muchos de los objetos a los que estamos habituados son totalmente prescindibles e innecesarios en la mayoría de los casos.
Pongamos, por ejemplo, los record Guiness. Salvo aquellos que han dado como resultado algún avance científico (desconozco si los hay o no), salir vencedor en uno de estos retos es útil para hacerte una foto y engrosar las arcas del señor de los Guiness, que de algo ha de vivir el hombre. Pero tener las uñas más largas del mundo, el coche más tuneado o la falda más corta, es más estupidez que gloria. Ya que viene al caso, acabo de recordar a ese tal Ricardo Abad que lleva 366 días sin dejar de correr y los que le quedan. Pues muy bien. Si lo hace por lograr la paz interior, una promesa hecha a la virgen (Gracias a Dios que soy atea, como diría Buñuel) o probar la resistencia de sus zapatillas, allá él. Pero no, el hombre se ha tirado a las calles para que salir niquelado en el libro de los Guiness. Aparte de resistencia y buena forma física, me da la impresión de que este sacrificado atleta tiene mucho tiempo libre y unas ganas enormes de pillar cacho en forma de patrocinador para otras carreras algo que, me va a perdonar, pero todavía está por ver.
Dejando a un lado el tema de los records y los trastos, hay una inutilidad que sobresale a nivel mundial y con la que convivimos alegremente, como si sus actividades sirvieran para algo: la ONU. Cuando la estudias en el colegio y, como fue mi caso, más tarde en la universidad, se te queda cara de tonto pensando en por qué un invento tan obsoleto sigue ahí, saliendo en los medios, dando de comer a un montón de funcionarios y recreándose en la importancia/eficacia que no tiene. La ONU fue un organismo creado después de una situación bélica; un esfuerzo por demostrarle al mundo la volutand internacional de unirse y que dicha unión permitiera a los países cohabitar en paz. Como tal se la convirtió en foro de discusión y se la dotó de la potestad para tomar decisiones de obligado cumplimiento por la comunidad internacional. Todo muy bonito. Hasta que llegaron las grandes potencias de la época y exigieron su derecho a vetar cualquier resolución que se discutiera en el consejo de seguridad. Vamos, que la liaron parda. Uno no puede montar un organismo tan pintón y luego quitarle todas las potestades que le has adjudicado. Sería algo así como que el presidente del parlamento español tuviera el poder de decir que no o que sí a cualquier ley votada por la mayoría. El triunfo de lo absurdo.
Tan absurdo es todo que, hoy en día, el Consejo de seguridad ya ni siquiera tiene que levantarse de la cama. La asamblea debate y rebate. Se plantea un tema peliagudo, se sube a la palestra el presidente ruso que, jaleado por los suyos, proclama que ahora mismo le viene mal entrar en materia y aquí paz y después gloria.
Cuando te explicaban todo esto y le preguntabas al profesor qué sentido tenía y por qué no tiraban a la basura semejante antigualla como trasto inútil que es, el hombre ponía cara de póquer y esa media sonrisa del que piensa "si hasta un niño se da cuenta de que esto es una bobada". La ONU tuvo sentido en su tiempo, el mismo del que, poco a poco, le fueron vaciando organismos como la OTAN o la UE, por poner un ejemplo. Los bloqueos, los ataques injustificados, las hambrunas.... pasaron por la asamblea sin que a los asistentes se les moviera un pelo; una asamblea que cada vez se parece más a esas tertulias de la tele donde todos hablan mucho y nadie dice nada. Eso sí, de vez en cuando se toma la molestia de condenar algo para demostrarnos que se ganan el sueldo. Lógicamente, suele ser algo light, que no haga demasiada pupa, no vaya a ser que se nos cabree el señor del teléfono rojo y nos meta el botón de mando por el ojete.
Lo que nunca jusitificaré es que si nos deshacemos de las medicinas caducadas, el móvil inservible y hasta las parejas que no nos convienen, todavía no hayamos echado de nuestras vidas a esta organización florero donde las rosas se pudrieron hace tiempo. Bien pensado, lo suyo sí es de record... ¡Enhorabuena a los premiados!
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