viernes, 28 de octubre de 2011

Todo por la patria

Hay que ver lo que da de sí el sentimiento de pertenencia. A un clan, a un club, a una causa.... a lo que sea. Por las adhesiones se hacen muchas cosas, obviando incluso principios y creencias. Pero, durante siglos, nos han querido meter entre ceja y ceja que nada nos insufla tanto orgullo, felicidad y pasión como darlo todo por la patria. En nombre de un país se mata y se muere; se odia y se quiere. Y lo peor es que, a veces, uno actúa alentado por el sentimiento patriótico sin reflexionar sobre ello, como si se debiera en cuerpo y alma, no a sí mismo ni a los suyos (a quien es capaz de abandonar en aras de un bien superior) sino al lugar que le vio nacer.
Mucho hemos evolucionado desde que esa idea de nación moviera tropas y masas en las grandes y épicas batallas de Occidente. Ahora, al menos en España, el fervor patrio se desencadena, sobre todo, en eventos deportivos. Nos hemos venido arriba y estamos dispuestos a disfrutar de la condición de favoritos hasta que el cuerpo aguante. Partimos de una base bastante chunga: un himno que mueve a risa más que a emoción y una bandera que no acaba de convecer a todos. Tal vez porque obedece a la imposición del bando que ganó la guerra civil de forma implacable, que no impecable. Todas las guerras empiezan mal y acaban peor, pero la nuestra dejó tantos cabos sueltos que se ha convertido en el principal recurso cinematográfico, literario y uno de los grandes acicates políticos para jalear el odio al de enfrente.
En EE.UU, por ejemplo, la bandera es motivo de orgullo (las casas la llevan casi de serie, mientras aquí huele a rancio cada vez que se cuelga en los balcones salvo que juegue la selección) y el concepto de patria, ensalzado desde las películas y púlpitos varios, arrastra una indisimulada pasión por los colores. Es cierto que Estados Unidos parte de un fervor religioso intrínsecamente ligado al concepto de nación, una historia reciente de guerra fría donde eran ellos contra buena parte del mundo, y una situación, prolongada en el tiempo, de sentirse los amos del universo. A eso se le llama jugar con ventaja. En cambio, nuestro sentimiento patriótico, bastante tocado por las nacionalidades, la Unión Europea y este bipartidismo que mueve a la burla más que al aplauso, ha involucionado, convirtiéndose en motivo de mofa y chiste.
Considero que poner la patria por delante es como poner a una entidad superior, a la que no se ha visto, pero se cree benevolente y protectora. Opino que asuntos tan serios como el luchar por un país parte de una base deshonrosa (el enfrentamiento entre seres humanos), lo cual lo hace evolucionar hacia una moral, como poco, dudosa. En un mundo global, donde los acuerdos perviven, o lo intentan, por encima de nacionalismos e individualidades varias, el sentimiento de darlo todo por un país puede ser motivo de dicha en los sentimental, pero creo que está destinado al fracaso y al rencor si lo llevamos al enfrentamiento político, económico y social. Un país no es un ente abstracto, sino la gente que lo forma y, como tal, sus problemas reales, los que hay que solucionar, son los de los ciudadanos, las personas de a pie y no las entelequias que se mueven en las altas esferas. No compro la pelea de Cataluña contra España (Peces-Barba ha estado sembrado), Euskadi contra España o Galicia contra España. No señores, no la compro. Quizás porque no creo que, con la que está diluviando a nivel casi galáctico, eso tenga mucho sentido, como tampoco entiendo que lo tenga el enfrentamiento de la España roja con la España azul. Para bien o para mal, todos, como ciudadanos del mundo, compartimos territorio y estamos predestinados a convivir. Dejemos las diatribas de las ideas patrióticas, abracemos el sentimiento histórico y cultural (el que verdaderamente nos convierte en miembros de una nación) y resguardémonos en la coherencia de lo nuestro, de lo inmediato. Respecto a esto, uno de los elementos más interesantes del 15M es que nunca se ha sublevado contra un país, sino contra los intereses, sean del signo que sean, que han llevado a gran parte de los ciuadanos a la miseria. La patria somos nosotros, no el territorio. Y sí, para mí la patria está donde se encuentran aquellos con quienes me siento a gusto, que creen en mí y se han esforzado, poco a poco, hasta conseguir que yo crea en ellos. Nada más... y nada menos.
Os dejo aquí una canción de Miguel Bosé del año de la tos, pero que viene a cuento. Haced un esfuerzo y disfrutarla.


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