lunes, 24 de octubre de 2011

Zapatriste

Hoy sí voy a hablar de Zapatero. Y es que, después de un tiempo apagado, fuera de cobertura o escondido tras las barbas de Rubalcaba, nuestro presidente casi RIP ha vuelto, no solo a aparecer, sino a esbozar una sonrisa. Lo que importa no es tanto el por qué sino el por quién. El bueno de Sarkozy, que desde que ha tenido una niña es capaz de comparar a Merkel con la mismísima Heidi, le ha echado un piropo de esos que, si te caen encima, te hacen madre: según Sarko, gracias a Zapatero, España ha sabido controlar la deuda. Sí, monsieur, con un par de baguettes y una torre Eiffel. No solo eso, para redondear el vacuo elogio, ha metido en el saco al mismísimo Rajoy, algo que me tiene un poco revuelta. ¿De verdad ha movido un dedo Rajoy para controlar el déficit más allá de votar la reforma constitucional? A lo mejor es que me encontraba tan ocupada intentando cuadrar las cuentas y llegar, no a fin de mes, sino a mediados, que ni me he enterado.
Volviendo al presidente de nuestras entretelas, tengo que confesar que a mí, confianza, lo que se dice confianza, nunca me ha despertado. Tal vez porque la que esto escribe, puestos a elegir entre el depauperado género socialista, en su día me hubiera quedado con Borrell. Que nadie me pregunte el motivo, porque tampoco tengo explicación alguna salvo la que me sale de las tripas. A mí, aquel señor de León, con cejas insólitas, alzado en volandas por sus amigos hasta lo más alto de la cúspide obrero española, me daba, sinceramente, lo mismo.
Siempre he creído que Zapatero ha vivido, muy bien y durante muchos años, de rentas mediáticas. También he de confesar que yo soy una de esas personas que, por primera y última vez, le votó tras el 11M, movida por el cabreo con el contrario más que por las razones del propio. Si nos remontamos al pasado muy pretérito, la oposición de "pase usted primero" que práctico aquí el amigo, consiguió sacarme la risa unas cuantas veces y de quicio las más. Parecía un caballero a la antigua cortejando a un señor con bigote. Y no estoy segura de que la política sea eso; al menos, la que yo he estudiado, no.
Una vez en sus aposentos de la Moncloa, Zapatero acaparó las listas de ventas con sus grandes éxitos: el matrimonio gay, la retirada de las tropas, el cheque bebé... Música y lírica que ocuparon grandes titulares en todos los periódicos y que, ya de paso, ocultaban que nos dirigíamos directos, y como si no hubiera un mañana, hacia un choque de trenes. El gobierno Aznar, con estos mismos populares que ahora vendrán y buenos nos harán, había dejado ESPAÑA!! sembrada de dislates urbanísticos. Todos éramos ricos sin saber cómo. Imposible que el equipo del nuevo presidente no aventurara que, después de aquellos barros, iban a arrasarnos estos lodos. Claro que, hablando de equipo.... La paridad nos trajo a grandes descubrimientos femeninos como Magdalena Álvarez, Bibiana Aído o Leire Pajín, por mencionar algunas señoras de izquierdas. Tras ser testigos de su mediocre hacer (y creo que estoy siendo hasta generosa) pareciera como si, para formar parte del gobierno del bueno de José Luis, bastara solo con ser mujer y estar a por uvas.
A Zapatero, lo que le achaco es el ser tan pacato a la hora de tomar decisiones, el no sacar carácter cuando había que sacarlo, no demostrar la entidad que debería en el cuerpo a cuerpo con otros dirigentes, no saber formar equipo (salvo honrosas excepciones) ni gestionarlo, no reconocer los errores, echar balones fuera y no saber retirarse a tiempo. Esto, para empezar, porque si sigo con la lista de virtudes de aquí el excelso, no me llegan las páginas de El Quijote para rellenar huecos.
No sé el resto de mis compatriotas, pero yo no le voy a echar de menos. Como tampoco echaré de menos a Rajoy en su momento, ni a ningún otro presidente que hemos tenido, no el gusto, sino tal vez el disgusto, de alumbrar. Curiosamente, a quienes sí añoro es a esos políticos de bien (de un lado o de otro), que denunciaron la ineptitud de sus jefes y supieron dimitir cuando comprobaron que, en este país, el hacer política es, muchas veces, ir contra los ciudadanos y no a su favor. Gente que no merece compartir una entrada en este blog con Zapatriste al que, por cierto, le deseo un retiro lleno de bonanzas. A cada uno, su minuto de gloria.

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