No sé los demás, pero yo ya empiezo a albergar fundadas sospechas acerca de esta estrategia de "micrófonos abiertos" que utiliza el PP cada vez que pretende lanzar una bomba mediática. Muy poco antes del advenimiento normativo, a alguno de los ministros, o al mismísimo Rajoy, se les escapa un comentario apocalíptico sobre el cambio que quieren abordar, con lo que a la plebe no nos queda otra que correr a abastecernos de víveres básicos en los supermercados por lo que pueda pasar.
Esto me recuerda mucho a una forma de ser muy nuestra que tenemos los de la esquina norteña. Y es que solemos imaginar el peor de los escenarios posibles para que, a posteriori, por muy mala que se muestre la realidad en sí, siempre sea mejor que lo fantaseado. Normalmente suele funcionar ya que, ejerciendo el efecto más reduccionista sobre la teoría, cualquier cosa será buena. Y esto es lo que nos está pasando: tras escuchar las frases pesimistas de boca de nuestros mandatarios, todo documento, proyecto de ley, decreto etc medianamente agresivo que les salga de las plumas nos parece, al menos, asumible. Si esto no es una estrategia concebida para evitar los aullidos a la luna de la opinión pública, se le parece mucho.
Lo mejor es que, mensajes tipo Terminator mediante, nos las están colando todas. Y con todas quiero decir aquellas que en tiempos pasados supusieron un avance y que hoy nos llevan directamente a los 80, 70 o incluso antes. Como el personaje de Michael J. Fox en la película, volvemos a nuestros orígenes, pero no a conocer a nuestros padres sino, directamente, a convertirnos en ellos. Así, sin que les tiemble la coma, el PP en general, y Gallardón en particular, piensan instaurar la cadena perpetua, que a algunos les parecerá muy bien, pero que se salta a la torera el sistema de reinserción penitenciaria que rige nuestro sistema carcelerario. Digo yo que, ya puestos, por qué no recuperamos esa cosa tan hispana del garrote vil en la plaza del pueblo. Seguro que muchos pagarían por ver el espectáculo, aliviando, de paso, las maltrechas arcas de los consistorios. Es una idea.
Gallardón, que tiene el progresismo subido estos últimos días, también pretende recuperar la menguada (y mezquina) ley del aborto que padecimos hace unos años. Intuyo que los trámites para finalizar un embarazo no deseado acabarán cuando el feto esté ya concursando en Gran Hermano. Y no me cuesta nada imaginar a las clínicas abortivas de más allá de los Pirineos sacando lustre a las camillas ante la previsible llegada del turismo abortista. Menuda fiesta.
Siguiendo con el tema de la fecundación, en el fondo me congratulo de que la ministra de Sanidad haya encargado un sesudo informe sobre la píldora del día después. Estoy tan convencida de que lo ha hecho por el bien de la mujer como de que el fin del mundo nos sorprenderá a todos en diciembre, con el turrón a medio comer. El otro día, oí a alguien quejarse de lo machista que era la medicina. Lo justificaba diciendo que los fármacos, normalmente, se prueban con varones y no valoran los efectos que puedan tener en las mujeres. Del mismo modo, hacía hincapié en que ya vamos por la cuarta generación de píldoras anticonceptivas y todavía no tenemos muy claro cuáles son los efectos secundarios de las mismas, mientras que la Viagra salió al mercado, más que probada, re-probada. Así que me parece bien revisar la píldora del día después, pero me parece mal hacerlo por motivos espúreos. Soy así de intensa.
De la reforma laboral que salió ayer prefiero no hablar hasta ver las consecuencias (ya hice un resumen en twitter de lo que opinaba), pero reconozco que espero con ansias una nueva ley de educación que, entre otras cosas, se pase por el pie de página toda esas mandangas de las comunidades autónomas y se centre en lo que verdaderamente importa: ¡ESPAÑA! Y que nos cuente la Reconquista, la Batalla del Ebro y la Transición tal y como las narra ese Diccionario Biográfico de la FAES, el club de Aznar y sus chicos. No dudo ni un minuto en que la historia se reinterpreta conforme el sesgo del gobierno en el poder, así que preparémonos para redescubrir un país que, ahora sí, no lo va a conocer ni la madre que lo parió.
¿Que posiblemente exagero y todo esto no son más que barruntos de roja neurótica y pesimista? A lo mejor. Pero si el PP tiene su derecho a ponernos en lo peor, yo reivindico el mío. Así, a micrófono abierto.
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