Todos hemos tenido algún entrañable "amigo" que, en un alarde de soberana inmadurez, ha hecho mutis por el foro en cuanto ha creído que ya no nos necesitaba y/o éramos un estorbo en su vida (tranquilidad en las masas: a todo pseudoadolescente le llega su Matanza de Texas). Este rácano principio de la vida social y el sentir emocional es perfectamente extrapolable a la cosa pública: los políticos nos quieren mucho y practican el roce con enorme gusto hasta que nos convertimos en un estorbo y, entonces, lo único que desean es mandarnos bien lejos. Antes era a la porra o a la mierda indistintamente; ahora, los cómplices empresarios de esos señores que nos gobiernan han encontrado un destino aún más paradisiaco: Laponia. Imagino que no han tenido tiempo de buscar otro lugar más frío ni con mayor abundancia de cuernos... digo, renos.
Se queja la clase empresarial de que el parado español es cómodo y vago en su proceder. Un soberano incordio para un país que, al parecer, siempre ha sido el paraíso del proletariado. Y que, si por ellos fuera, en el caso de no tener trabajo deberías aceptar el primero que el INEM te ofreciera, aunque éste tuviera que ser ejercido allí, bien pegadito al Polo Norte. De igual forma, y siguiendo ese aberrante teorema del empleo por narices, imagino que si tú has estudiado medicina y te ofrecen una vacante de sastre, pasarías de poner puntos a coser costuras. Se me estremecen los bajos de los pantalones solo de pensarlo.
Esta salida de madre, más digna de Anacleto Agente Secreto que de un señor al que se le supone la potestad de crear empleo, ve la luz al mismo tiempo que aparecen reportes acerca de nuestros compatriotas allende las hispánicas fronteras. Y no, no nos remiten precisamente a una existencia de lujo y esplendor. Según un reportaje publicado recientemente en El País, son pocos los que, por ejemplo, llegan ahora a Noruega y caen deslumbrados por el oro. Se cuentan muchos más los que, atisbando las orejas del lobo, necesitan acudir a un comedor social para resguardarse del frío. Como ya dije en otro post, tenemos una generación que dejó de estudiar para entregarse de lleno a la construcción y al sector servicios; una generación que no ha sido formada gracias, sobre todo, a la incapacidad de las autoridades para reengancharla al proceso educativo y ocupacional. Muchos de ellos se ven obligados ahora a salir fuera (no solo de cerebros vive la Unión Europea) para darse cuenta de que, en un número nada desdeñable de países exigen una preparación mínima de la que ellos carecen.
El otro día, viendo el programa Salvados en el que su conductor, Jordi Évole, se daba un paseo por tierras alemanas, descubrí a una chica que había ido al país germánico para probar fortuna. Y en ello andaba, trabajando de camarera y cobrando la misma miseria que hubiera podido ganar en su pueblo currando de lo mismo. Ahí está, en toda su gloria: la cadena migratoria arreando con saña al eslabón más débil.
Y es que desde el último gobierno de Aznar, de tan infausto recuerdo, los males profesionales de los españoles no han hecho más que acrecentarse. Tenemos la generación más formada de la historia conviviendo con, tal vez, la que posee menos estudios; exportamos investigadores e ingenieros muy codiciados, pero también mano de obra barata que no encuentra faena en países acostumbrados a recibir inmigrantes más cualificados y experimentados para idénticos puestos. Y, mientras, yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos, nos vemos obligados a ver cómo un señor empresario nos echa en cara que estamos chupando con lujuria de la teta del Estado (como ya dije en Twitter, el paro lo pagamos con sangre en cada una de nuestras nóminas ergo nadie nos regala nada) y, ya de paso, nos manda bien lejos para que no estorbemos ni, sobre todo, nos quejemos de esa reforma laboral que todavía nos tiene a todos medio bolingas. Cuando llegue la resaca será el acabose.
En fin, que está claro que para los empresarios y ese gobierno al que el ministro Wert ha declarado "ganador de las elecciones por mayoría universal" (¡toma conjunción planetaria!) somos poco menos que un forúnculo. Ahora mismo, además, le viene fatal que pensemos y que nos manifestamos porque, según cuentan los señores del PP "damos mala imagen en Europa". Se ve que el 15M y los sindicatos dejan el patio perdido de cáscaras de pipas mientras que las asociaciones Pro Vida, que también protestan lo suyo, abonan las calles con Chanel nº 5. Y no sigo por ahí porque me pongo a divagar cosa mala.
Pensándolo bien: lo de Laponia tampoco es tan descabellado. A fin de cuentas, allí vive Papá Noel, a este paso el único ser al que le podremos pedir trabajo y, en un milagro navideño de los suyos, hasta tenerlo. ¡Corramos a hacer las maletas antes de que se nos adelanten los griegos!
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