miércoles, 1 de febrero de 2012

Impartiendo doctrina

Se veía venir. Ha dicho el PP que esa cosa tan progresista, que el PSOE elevó a materia didáctica con el rimbombante nombre de Educación para la Ciudadanía, se va a ir directa a la papelera. Nuestro recién estrenado Ministro de Educación, José Ignacio Wert, está dispuestísimo a sustituirla por otra "maría" denominada Educación Cívica y Constitucional de la que, según quienes nos gobiernan, estarán excluidos los contenidos que puedan conducir al adoctrinamiento.
Lo que el gobierno conservador entiende por adoctrinamiento no es, ni mucho menos, la política marxista o  la influencia judeomasónica. Ni siquiera las consignas antisistema del Movimiento Okupa. Para ellos, el concepto se limita a dos palabras tan extremadamente subversivas como amor y sexualidad. Yo, de ellos, directamente, las prohibiría. A partir de ya, toque de queda: los novios, como mucho, de la mano, y a los niños listos se les cuenta lo de la polinización y arreando, que para los tontos ya tenemos la historia ésa de la cigüeña.
Hay que ver lo mal que llevan ciertos sectores de la sociedad el que la gente se entregue al ocio y a los placeres de la carne. Restregarse no es pecado; en todo caso lo sería hacerlo con quien no consiente. Y en eso, amigos, la Iglesia Católica tiene mucha experiencia. Imagino, ahora mismo, a gran parte de nuestra curia, y a toda la rama dura de la institución eclesiástica con sus diferentes grupúsculos, felicitándose porque esta sociedad va a volver a parir querubines inocentes y asexuados. Pues va a ser que no. Con el acceso a Internet y las cosas guarras que ponen en la tele (esto no es mío; lo dijo el obispo de Córdoba), ya imagino a los alumnos de colegio de curas y monjas desarrollando una atracción inaudita por todo lo referido al sexo. Inaudita, morbosa e insana, porque ir contra tu propia naturaleza cuando tu cuerpo te pide una cosa y tu padre espiritual otra, no puede ser bueno para ninguna neurona. Eso, sin contar la querencia adolescente por lo prohibido... Siento ser yo quien de la mala noticia a los señores con sotana, pero hoy nadie cree que se vaya a quedar ciego tras hacerse varios homenajes a lo largo del día. Ya es mala suerte, ya.
He criticado, por activa y por pasiva, el empeño que tienen algunos en meter mano a la moral ajena. No me parece de recibo, sobre todo cuando la ética occidental sigue los preceptos de la religión cristiana; puede haber cambiado en las formas, pero muy poco en el fondo. La Educación a la Ciudadanía que aplicaban los "rojos" no difería mucho de una catequesis, salvo, quizás, en la ausencia de figuras a las que adorar, la relativización de la fe religiosa y el tratamiento que se hacía de las relaciones de pareja: como algo normal y sano en el que se deben tomar precauciones (hablaban del contacto físico, pero yo pienso que el emocional, con quien no lo merece, es, en muchas ocasiones, igualmente peligroso).
Según el ministro Wert, asuntos tan normalizados como el de la homosexualidad serán abordados desde el "punto de vista de la Constitución". O sea, todos somos iguales ante la ley, y aquí paz y después gloria. Vale, podía ser peor; podía ser analizado desde la perspectiva de "comportamiento aberrante; peligroso trastorno mental que incapacita al individuo para la vida social" o similar, así que demos gracias al altísimo por quedarnos como estamos. Supongo que tampoco se puede poner de uñas a un colectivo al que imagino preparado para batirse en duelo en cuanto a Rajoy se le ocurra intentar derogar el matrimonio gay. Ahí va a salir más de un pepero del armario a bastonazos. Y un par de miembros de la iglesia, seguro (por cierto, ¿de qué iba puesto el cura francés que bautizó a la asociación de sacerdotes gays de aquel país como "Pescadores de hombres". Ya te vale, colega).
En fin, que, a partir de ahora, la nueva asignatura de Educación se limitará a enseñar a cruzar la calle, amar al prójimo (siempre sin tocamientos) y sembrar la paz (sin semillita). Muy bonito. Pero si excluyen materias inconvenientes por creerlas asunto exclusivo de la educación paterna y materna, ¿qué quieren decir? ¿Que no consideran capaces a los abnegados progenitores de enseñar a sus tropas lo que es la paz, la concordia y la señal de stop? ¿Tan complicado resulta? No sé por qué me da que algunos padres preferirían que les hablaran del sexo en el colegio y, si eso, dar ellos la paz. Pues no, hermanos, la paz no sé, pero lo que es la murga... la siguen dando los mismos.

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