Aunque los sucesos que nos entretienen en este post ocurrieron hace ya unos meses, es ahora cuando el relato de los hechos se ha arrojado sobre los leones de la opinión pública que, lejos de merendarse al contrincante, ha empatizado con él. Es lo que pasa cuando metes en una misma ecuación 15M, conciencia, poli bueno y polis malos.
Según cuentan los periódicos y suscriben quienes presenciaron los hechos, a un madero, de nombre Roky Sierra, se le ocurrió presentarse un día en una de las asambleas del 15M convocadas en la Puerta del Sol y, además, decir unas palabras. A buenas horas. El hombre no hizo más que corroborar lo que todos pensamos y hubiéramos aplaudido en semejante situación: que ha lugar para la indignación y la rebeldía, que los ciudadanos merecen ser escuchados y los políticos deben verse obligados a reflexionar sobre tanto malestar social. La diferencia es que tuvo la osadía de meter entre medias la coletilla "soy policía" y liarla parda: sus superiores tardaron en suspenderle de empleo y sueldo lo que yo en sacar la tarjeta cuando voy de compras. A ver quién es más shérif.
Si hacemos memoria, el estamento policial no fue precisamente el más venerado durante las concentraciones. De hecho, todos los días se impartían cursillos sobre la marcha para ayudar a la gente a reaccionar si venían los antidisturbios y disolvían la acampada por las bravas. Para muchos de los reunidos, los maderos eran el enemigo al acecho, con lo que ya partimos de un problema segregatorio de base.
Quiero imaginar que detrás de ese uniforme, como el de todos, se esconden personas que piensan y tienen sus ideas. Algunas pensarán mal, otras bien y no faltará quien no piense. La gran mayoría se limitará a acatar órdenes, aunque su conciencia y honor le motiven a hacer lo contrario. Pero para eso le pagan. Como en cualquier otro colectivo, habrá bestias pardas que se vuelvan locas de emoción con un arma en sus manos, sea ésta una recortada o un tirachinas. Pero seguro que también existen policías vocacionales, que desempeñan su trabajo por lo que tiene de servicio social y a la comunidad; siguiendo el afán de hacer el bien y castigar a los malos. Sea cual sea la motivación de cada uno y las veces que saque la porra, creo que todos y cada uno de los policías, bomberos, mecanógrafos, ingenieros y hasta futbolistas tienen todo el derecho de pensar lo que quieran y sobre lo que quieran. Es más: desconozco cuáles son las leyes internas que rigen la profesión de Roky ni su facilidad o dificultad para asociarse, pero opino que, mientras sus opiniones públicas no atenten contra el estamento ni insulten a la autoridad que le paga y mantiene, no debería surgir ningún problema a la hora de manifestarla. Más aún si tenemos en cuenta que los policías son ciudadanos amparados en última instancia por la Constitución. Sí, ese papel absurdo que algunos guardamos en el cajón de las tontadas y que habla de cosas tan ñoñas como la libertad de expresión, el derecho de asociación, a una vivienda digna, etc. etc.
No sé que tiene de malo que Roky Sierra dirija unas palabras al público en un momento de adrenalina común y motivación compartida. Es como si un médico lee unos párrafos de la Biblia en la boda de su amigo y, acto seguido, se le acusa de estar más por las cosas de Dios que por las de la ciencia. El asunto cambiaría si el doctor, armado de rosario y crucifijo, se pone a entonar letanías en el quirófano durante una operación a corazón abierto pero, que yo sepa, Roky sacó el pronto en un foro libre y cuando no estaba de servicio. Y ya dije en su día que el que tus jefes intenten controlar tu forma de pensar durante tus momentos privados me parece deleznable. Tanto por su estúpida osadía como por la gente que cae en su trampa y obedece las consignas de con quién debe ir, a quién no le conviene llamar o con qué persona debe relacionarse. Me dan arcadas solo de imaginarlo e intuirlo.
Yo tengo el enorme defecto de que nunca he visto a la policía como el enemigo a batir. Así, en general. He estado en manifestaciones donde ha habido provocadores que insultaban a los encargados de vigilar el recorrido de la misma, mientras estos últimos se veían obligados a tragar bilis. Como un árbitro del Madrid-Barça. Afortunadamente, no me encontraba presente en otras de infausto recuerdo, donde los chicos del casco se dedicaron a repartir mandobles como ensaimadas. Por eso veo normal que Sierra se manifestara ante un auditorio pacífico y muy anormal que lo sancionaran por hacerlo. Recuerda a otros tiempos bastante pretéritos y tremendamente desagradables que les tocó vivir a nuestros padres. Creo que uno no es culpable por pensar; pero el problema está en que cuando uno piensa encuentra culpables, y quizás sea esto lo que no gusta: que nos demos cuenta de quiénes son los tramposos entre nuestros compañeros de partida y, además, lo contemos.
Me da que el castigo ejemplar y ejemplarizante a Roky Sierra, a quien deseo una trayectoria laboral plagada de éxitos, es más un aviso a navegantes que otra cosa. No vayan ahora los chicos de las armas a ponérsenos farrucos, que uno empieza dedicando unas palabritas a la afición y acaba haciendo un número de sexo loco en El Molino. Y eso sí que denigraría la cuestionada dignidad del cuerpo (de policía, quiero decir). Porque para vidas públicas inmaculadas y vidas privadas cubiertas de excrementos ya tenemos aquí a un buen puñado de autoridades mayores y algún que otro duque. A ver quién es el guapo que desenfunda primero y les suspende de empleo y, sobre todo, de sueldo.
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