jueves, 5 de enero de 2012

Dukan Du

Hay gente que se hace de oro de la noche a la mañana, y lo único que provocan en ti es esa sensación de "por qué la idea no se me ocurrió a mí antes". Total, no se trata ni de superdotados ni de mesías bendecidos por el dedo de Dios, sino de personas normales que, sin comerlo ni beberlo (sobre todo en el caso que me ocupa) se despiertan una mañana con el capital suficiente para comprarse la chocita ésa que me cuentan que hay en Versalles.
Algo similar ha ocurrido con este hombre, Pierre Dukan, el gurú de todas las dietas. Por mucho que se empeñe en teorizar sobre cuerpos y metabolismos, su método es de lo más pueril: "jartarse" de proteínas como si estuviéramos al borde de la cartilla de racionamiento. No me voy a meter con su receta de belleza, que no la he probado ni pienso, pero sí me parece de adelgazamiento ultrarrápido... y de posterior engrosamiento a la velocidad de la luz en cuanto uno se divorcia de la proteína para caer en brazos de la lechuga. Todo ello sin entrar en si es saludable o no. De cualquier forma, ya digo, no se trata más que de una opinión basada en la experiencias de terceros, no en la mía propia.
No contento con poner a todo el mundo a pie de régimen, el doctor Dukan se permite dar consejos al futuro presidente francés, que será elegido allá por primavera. Con tal fin ha escrito una "carta abierta al futuro presidente de la República", ya sea el ínclito Nicolas Sarkozy o el socialista François Hollande. Desconozco el contenido exacto de la masiva, que sin duda será para analizarla, pero sí tengo horneada y gratinada la idea más brillante de tan preciado documento: los estudiantes que, durante los últimos años de Secundaria, consigan mantener su índice corporal entre 18 y 25, recibirán puntos extras en la Selectividad. Hala, ¡mentes y cuerpos prietos!
Partiendo de la base de que no creo que sea del todo bueno alentar a los adolescentes para que luzcan cuerpos de top model con la excusa de que así, su inteligencia será premiada (algo que ni yo, con esta mente que parece un armario empotrado de Ikea, soy capaz de entender), me parece intolerable la intromisión, cada vez más generalizada, de autoridades y gurús en nuestra dieta. Tal vez tenga el día presto a la sublevación rápida y la retirada pronta, pero a mí nadie tiene por qué decirme que me tome un zumo en el desayuno en lugar de un vaso de leche o que me plante una macedonia antes de las comidas en vez de después; soy una persona adulta, que escucha a su cuerpo y a su cerebro, que tiene espejos en su casa y la capacidad de decidir si quiere adelgazar o echarse cartucheras hasta que no le quepan más pistolas.
Pero es que, además, amigo Dukan, el índice de masa corporal es una falacia. Una cosa es la grasa y otra el músculo, y yo puedo dar un índice, que más que índice sea pulgar, teniendo un cuerpo torneado y estupendo tras entregarme a las bondades del deporte. Y no creo que, por ello, me deban impedir entrar en la universidad ni escribir libros sobre proteínas, hidratos y otros relatos.
En fin, que el hombre está desatado. Acaba de perder el juicio contra Jean-Michel Cohen, quien lo acusó de farsante, pero aquí paz y después pan (con moderación). Y éste no es el único palo que ha recibido en su proteínica autoestima. Hace poco les presentó el proyecto del siglo a los chicos de McDonald's: una hamburguesa light, servida con tortas de avena, para que la población general se chupe el menisco (dudo que los dedos sepan a algo). El invento se llamaría McDu (de Dukan, ¿lo pilláis?) y creo entender que en la gerencia de la cadena de comida rápida norteamericana se han producido varias bajas por súbitos ataques de risa que han acabado afectando al píloro de los presentes. No somos nada.

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