sábado, 7 de enero de 2012

Sola

En un instante de tele fugaz me he percatado de que Demi Moore, desolada tras la ruptura con su ex, desgañita sus penas a través de una revista. Es su plataforma mediática para decir algo así como "me encuentro mal; me han hecho daño; me siento sola y temo que haya algo malo en mí y nadie pueda volver a quererme nunca". Lo que todos y todas hemos sentido alguna vez en la vida y, muchos, más de una.
Este patio de porteras en el que vivimos ha contemplado con ansiedad cómo se hacían realidad los malos augurios y una pareja donde ella le sacaba a él 16 años se iba, literalmente, al carajo. Como dije en su día, no creo que el factor de la edad fuera tan determinante como la manifiesta inmadurez de él (no la exculpo a ella, que algo también habrá hecho, imagino).
Según relatan las crónicas de la corte, cuando Ashton comenzó a sacar los pies fuera del tiesto y a su mujer le llegaron rumores de que, entre otras cosas, el tipo con el que convivía la ponía a caldo ante terceras damas (ya no digo que se acostara con ellas), Demi le enfrentó y él negó la mayor acusándola de falta de confianza y de oír cantos de sirena. La culpable, en un ejercicio de prestidigitación con muchos precedentes, era ella. Hasta que hubo un momento en que las evidencias le impidieron negar la mayor. Creo que el hecho de que su pareja fuera por ahí gritando o haciendo ver a un auditorio entregado que, prácticamente, ella se había convertido en un estorbo, resultó más determinante para Demi que el hecho de los cuernos en sí. Tras el "hasta aquí hemos llegado", las actitudes de ambos son de libro: él se ha dedicado a vivir la vida, entre amigos, viajes, ex amores, amores nuevos y aficiones varias (como si se hubiera metido en vena un tripi muy en la onda conejito de Duracell) mientras ella se encerraba en casa a lamerse las heridas e intentar no asomar la patita para que nadie le volviera a hacer daño.
Quizás porque soy mujer, quizás por lo que he visto y me ha tocado vivir, opino que la inmadurez de él tiene mucho que ver en esta historia. Demi sacó lo mejor de un Ashton listo, familiar, simpático y con talento, el mismo que ahora, haciendo gala de esos 33 añazos que parecen 17, se dedica a vivir la vida y recuperar al bandarra que había dejado atrás, pero que hoy llama a su puerta con una churri debajo de cada brazo y muchas ganas de fiesta. Tal vez él se agobió; pero no puedo evitar pensar que, en esta conversión de interesante tío buenorro en chulazo vivalavirgen ha dejado en el camino lo más importante de sí mismo y que, probablemente, no tarde en echar de menos.
La otra parte, la abandonada, bastante tiene con intentar recomponer los pedacitos de su puzzle interior como para intentar averiguar por dónde anda su ex metiendo la tercera pierna. Es lógico que se sienta sola, porque en un momento de tal desestabilidad, todo el mundo puede empatizar con tu sufrimiento, aunque no vivirlo contigo; es también lógico que piense que nadie la va a querer y que hay algo malo en ella, partiendo de que le han dejado con la autoestima por los suelos y tiene una edad que, en el mundo en el que se mueve (y muy posiblemente en el normal también) juegue en su contra. Se echa una culpa que, probablemente, no tenga, al menos en su totalidad, y no parece dispuesta a abrirse a la vida para que la vida no la vuelva a abrir en canal.
Todos pasamos por situaciones de este cariz a lo largo de la existencia, pero no es lo mismo experimentarlas con 20 años, cuando la capacidad de recuperación está en su punto álgido, que con cuarenta y tantos, cuando apuestas más fuerte y la decepción produce heridas cuya recuperación resulta complicada sino imposible. Quizás porque, a diferencia de antaño, ya no juegas, sino que te la juegas. Es entonces cuando las bofetadas duelen más y la sensación de pérdida es mayor. No sigues disfrutando de tus años mozos, cuando muchos de tus amigos estaban en tu misma situación; ahora la mayoría quiere y es querido y tú te preguntas qué hay de malo en ti para no correr la misma suerte.
En el caso Demi/Ashton seguro que había una gran atracción sexual, cierta admiración mutua y estoy convencida de que ella vio en él una excelente materia prima para convertirse en un hombre fantástico. Sin embargo, la inmadurez jugó en su contra; él se dejó llevar hacia una vida que le complacía, sin hacer la reflexión interior, sin experimentar la pérdida y el esfuerzo y todas esas cosas que, poco a poco, nos ayudan a crecer. En un punto en que se ve obligado a seguir adelante o ir hacia atrás, Ashton ha decidido recorrer el camino inverso y satisfacer las mieles físicas de la vida que, tal vez ahora le compensen, pero no sé yo si en un futuro le parecerá lo mismo. Frecuenta antiguos amigos, alguna que otra ex novia con una situación vital parecida a la suya y dispuesta a recibirle con las piernas abiertas y, al parecer, acaba de conocer a otra más que le gusta mucho porque es el calco de quien fue su pareja. En el fondo, una forma absurda de intentar recuperar lo que uno no se atreve a ir a buscar por miedo al rechazo o a verse obligado a enfrentar el lado menos agradable de sí mismo. De nuevo, la cobardía de la inmadurez.
Tras este discurso de revista del corazón, decir que, dentro de un tiempo, Demi le dará la vuelta a la tortilla y comprobará que no es que ella no haya merecido a Ashton sino que Ashton no la merece a ella; que estar sola es una manera de recuperarse a sí misma; que esta etapa de su vida ha sido una lección de supervivencia y que, tal vez, si él adquiere la sensatez y la valentía que no ha demostrado, quizás vuelvan a intentarlo. O no. Siempre he dicho que las segundas oportunidades deben partir de un cambio personal de facto para que tengan éxito; de un convencimiento de que somos dos personas distintas, enfrentadas a algo nuevo y partiendo de cero, no dos viejos conocidos dejándonos llevar a ver qué sucede, pasando por las etapas que ya pasamos y arrastrando en ello a los que tenemos alrededor. Es injusto para todos. Y que hay que ser valiente para saber lo que uno quiere de verdad, que tal vez no coincida con lo que cree que más le conviene, y trabajar en esa dirección. Pero, bueno, allá cada uno con su cadaunada, y lo mejor para Ashton, Demi y otros famosos, con o sin corazón partío, que convierten nuestro rato de peluquería en una animada recreación de Sálvame. Va por ellos.

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