miércoles, 25 de enero de 2012

Parte y reparte

Se nota que Obama ya está preparando su batalla presidencial con el mimo que merecen las grandes gestas. Alentado por los líos y desvaríos que se traen las huestes republicanas y, sobre todo, por esa oportunísima bajada del paro y el tímido repunte de la economía, el presidente de allende los mares se ha puesto el traje de gladiador y ha dicho que está en su propósito subir impuestos a los más ricos. Al margen de lo que decida hacer con las rentas más pobres, esto suena mucho a aquello del novio entregado y su "prometo hasta que la meto y cuando la meto, ya no prometo". Lo de siempre, vamos. No digo yo que Obama no sea un hombre de palabra, pero todos tenemos en mente la desagradable experiencia de las campañas electorales, donde los cuentos son de princesas rubias y príncipes encantados, para luego acabar con el culo al aire en las fauces del dragón. Del año del dragón, quiero decir.
A mí esto de buscar el equilibrio y la igualdad me suena a milonga. De repente, hasta el más lerdo sienta cátedra e, independientemente de su ideología, se pone la casaca roja y adopta el sueño del tío Marx, moldeándolo a su gusto para hacer ver al mundo que cree que todos tenemos los mismos derechos y deberes. Las utopías se formaron precisamente en aras de eso: de organizar sociedades igualitarias donde sus integrantes compartieran la propiedad y vivieran en paz y armonía. Lógicamente, no todos los utópicos pusieron énfasis en los mismos puntos, pero por ahí va la cosa.
Sin embargo, hete aquí con el capitalismo hemos topado y, amigos, el capitalismo y sus compañeros de farra, el liberalismo, mercantilismo y demás ismos, asientas sus nobles posaderas precisamente sobre el concepto de desigualdad. Tiene que haber unos ricos que, a través de empresas, corporaciones bancarias etc creen otras empresas que sustenten la llamada clase media, encargada a la postre de alimentar a la clase baja y retroalimentar a la alta. Nada nuevo bajo el sol. Por lo tanto, la pervivencia de las diferencias resulta esencial a la hora de mantener al sistema brillante y listo para revista.
Todos sabemos y entendemos que la justicia social consiste en apretarles las tuercas a las grandes fortunas, pero no nos paramos a reflexionar que ésta es una idea hermosa donde las haya, aunque difícilmente llevada a la práctica salvo exterminio directo o indirecto del sistema. No hay que mosquear o cabrear al monstruo. Porque si el monstruo despierta y no le gusta el desayuno, lo primero que puede ocurrir es que nos devore a nosotros y, lo segundo, que se vaya con su cueva y sus tesoros a otra parte, algo que, sin duda, dejaría indefenso al pueblo y a merced de los enemigos del reino.
Durante algún tiempo (desconozco si también ahora), en Grecia se debatió sobre la posibilidad de obligar a los fortunones del país, esos mismos que tanto se afanaban en evadir impuestos, a cotizar por los dineros reales en su haber y no por los imaginados. Y es que los datos no le cuadraban al gobierno heleno: según las estadísticas, 6 de cada diez ciudadanos cobraban menos de 12.000 euros anuales, cifra por debajo de la cual no se pagan impuestos. Las evidencias venían a decir que gran parte de esos pobres de solemnidad eran en realidad ricos de avaricia que había convertido la trampa en su hobby más querido. Por eso reaccionaron como reaccionaron ante las amenazas de los políticos: si tenían que pagar, se llevaban sus cosas del país, y allá os hundáis con Partenón y todo. Conclusión: nadie ha sido capaz de hincarles el diente. Demasiado caradura para tanta caries.
Una vieja reivindicación, enarbolada hace poco por los chicos del 15M, pedía la desaparición de los paraísos fiscales, algo que yo, en su día y con toda la humildad que me caracteriza, definía como imposible en tanto en cuanto se trataría de una injerencia en los asuntos internos de un país. Incluso, a lo mejor, establecer normas de este cariz vulneraba más de un tratado internacional (lo desconozco, pero lo intuyo). Conclusión: el problema de la división social hay que arreglarlo en casa. Y mucho me temo que los más ricos, por tener, tienen hasta la sartén por el mango. Ahora mismo ningún gobierno se puede plantear el atarles en corto porque los necesita, igual que ellos necesitan a los políticos para continuar lucrándose con esta crisis que, a gran parte de esta panda de lujosos y lujuriosos, les ha venido mejor que bien.
Es cierto que los ricos de Estados Unidos pagan menos impuestos que cualquier persona que ahora mismo esté leyendo este blog, sea cual sea su sueldo. No estaría mal igualar un poco las diferencias fiscales, pero, a la postre, se trata de un propósito tan fantasioso como una Seguridad Social gratis para todos en los estados de la Unión. Otro bonito deseo que iluminará la campaña electoral como estrella de Belén y que se apagará en cuanto a algún lobby le de por soplar las velas. El único problema está en elegir el momento adecuado para hacerlo, enalteciendo a los suyos y jorobando al contrario. Sincronicemos nuestros relojes.

P.D.: Me estoy aficionando yo a esto de las posdatas... En fin, hace un tiempo hablaba de la triste historia de Demi Moore, con la que es difícil no empalizar. Ahora, al parecer, la actriz se encuentra ingresada por ingesta de sustancias. Las sustancias y el desamor son amigos íntimos. No le voy a dedicar grandes palabras, solo decir que entiendo cómo se puede sentir, pero que después de ese momento big bang en el que te estalla en la cara el amor, el odio, la pasión, el rencor, la tristeza y las ganas de venganza, todo a la vez, toca reconstruir la casa, siempre por los cimientos, nunca por el tejado. Y que supongo que el único consuelo al que te puedes agarrar es aquel que dice que la vida es sabia y acaba poniendo a cada uno en su lugar. Y ojalá quien te hizo tanto daño encuentre algún día a otra que le haga lo mismo a él, momento en que al fin conseguirá ponerse en tu lugar, mirarse al espejo y sentir una enorme pena y vergüenza por lo que ve en él. Es mi deseo para todas las mujeres del mundo que han sufrido, sufren y sufrirán por la inmadurez, indolencia y estupidez de hombres que no las merecen. Ése y el de que suban los impuestos a los ricos. Por pedir....

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