De todos es sabido que durante las fiestas navideñas se come mucho y se bebe más. Y que, a algunos, el colocón les dura ad eternum, sobre todo si lo mezclan con vino de misa (es de sobra conocido el mal maridaje que hacen los gin-tonics con el mistela). Supongo que el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, debe de encontrarse todavía en una situación bastante lamentable porque, si no, no se explica cómo ha podido decir tantas tontadas en tan poco tiempo.
Para empezar, el señor obispo se queja de que el cine, la televisión e, incluso, algunos textos de Secundaria, animan a los jóvenes a fornicar, entendiendo por fornicar un pecado de ésos, de los muy grandes. No digo yo que el cine y la televisión no provoquen ganas de echar un caliqueño, sobre todo por lo coñazo que son a veces (es lógico que, en horario de tarde, uno busque y encuentre mejores ejercicios que ver Sálvame), pero no se me ocurre ningún libro de texto que jalee a los estudiantes para que se froten ombligo con ombligo y pechito con pechito cual primates. Puede que la Educación a la Sexualidad contenga pasajes subidos se tono, pero no más que la Biblia, donde aquello era un auténtico relajo y había incesto, mujeres de mala vida y alguna que otra filia (cuando profundice en la historia de Noé y el arca os lo cuento).
Pero si se refiere a los textos literarios que los estudiantes se ven obligados a leer, ahí le tengo que dar la razón. Recuerdo que en octavo de la entonces E.G.B, mi profesora de literatura en un colegio de monjas nos recomendó echar un vistazo al Decameron. Aquello sí eran fiestas y no las de fin de curso. Aunque, bueno, como todos los informes concluyen que en este país no se leen ni los nombres de las calles, Demetrio Fernández puede dormir tranquilo.
Insiste el obispo de Córdoba en darnos lecciones de sexualidad, haciendo hincapié en que los solteros no deben fornicar. Vaya por Dios. Si uno espera a pasar por el altar para poder meter algo más que miedo, lo mismo ni se le levanta y ya está el divorcio servido. No le arriendo yo la ganancia a los santos predicamentos de la Iglesia. Asimismo, Fernández, que debe de estar enganchado a las telenovelas como la vieja'l visillo, pone como ejemplo de virtudes a una candidata a Miss Venezuela que, por negarse a pasar por el catre, perdió toda aspiración al título. No digo yo que le falte razón en lo que señala, pero, vamos, una cosa es que no te quieras acostar con alguien por medrar y otra que no te quieras acostar con nadie, a secas. Y si lo haces porque sientes un placer perverso en mantener el himen niquelado, vale, pero si tus empeños van dirigidos en alegrar a Dios y, de paso, contentar al obispo de Córdoba, lo mismo tienes que hacértelo mirar.
Insisto en que esta manía de la Iglesia por decirnos cómo debemos vivir es una especie de grano que nos ha salido en el culo. No sé cómo se ven capaces de soltar semejantes monsergas y sorprenderse de que, luego, la gente no les tome en serio. Amigos de la curia: nos recortan los sueldo, nos echan del trabajo, nos quitan los ahorros... ¿qué queréis? ¿que encima no follemos? Para algo que sale gratis (a la mayoría)...
Donaría mi última coca-cola a cambio de tener superpoderes y ver al señor Fernández en la intimidad o escudriñar su cabeza y comprobar cuánto tiempo dedica al día a reflexionar sobre el sexo, propio y ajeno. Me da a mí en la nariz que mucho. En parte porque es hombre y en parte porque... es como es. Pues nada, ánimo y a lo suyo. Y ojito con lo que uno se toma, que luego las resacas las carga el diablo...
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