domingo, 8 de enero de 2012

Sexología

Desde esta parte del mundo siempre hemos asociado a los Estados Unidos con el puritanismo, ya sea heredado o practicado. Y nos hemos hecho cruces ante la facilidad que muestran sus habitantes a la hora de sacar un arma y volarle los sesos al vecino y lo poco tolerantes que son con el sexo. En pocas palabras: el sexo da miedo; la violencia no. Para echarse a temblar, vamos.
Hace poco nos despertábamos con la noticia -una más- de que un niño de nueve años había sido expulsado dos días de su escuela norteamericana. El motivo: al angelito se le había ocurrido decir que su profesora estaba buena (o era guapa, que ya sabemos que en la traducción el efecto pierde mucho). Semejante comentario llegó a oídos del director quien, antes de arder en el infierno por permitir tamaño atentado a la moral, decidió que la criatura estaba mejor en su casa viendo Mentes criminales que por la calle, imaginando cosas raras con la primera falda que se le cruzara por el camino. 
Este caso no es el único que ha trascendido, y siempre que tal cosa sucede, mientras que en Estados Unidos se llevan las manos a la entrepierna (para protegerla, más que nada) nosotros hacemos lo propio, pero a la cabeza. De hecho, apuesto mi misal a que quedan muchos padres en España que, tras oír un comentario así de boca de su hijo, saldrían a celebrarlo al bar con la excusa de "menos mal que el chaval no me ha salido maricón". Aquí, desde muy pequeños, se les pregunta a los niños si tal compañera es guapa y al revés, y no creo que a nadie se le ocurriría denunciar al hijo del vecino por confesar que le gusta mucho la nariz de la que se sienta en el pupitre de al lado. Así de tolerantes somos.
Y no solo en España, donde nos gusta casi más perdonar un cuerno que ponerlo. Los austriacos, tan suyos para algunas cosas, han decidido tirar las bragas por la ventana y montar una escuela de sexo en Viena. El objetivo es educar a los estudiantes en las prácticas amatorias, una aspiración que, con lo que diluvia, me parece muy notable. Al menos se formarán en algo, digo yo. ¡Y encima un servicio a la sociedad! No podemos más que congratularnos. Reconozco ignorar qué requisitos hay que reunir para entrar en una academia de fines tan elevados, pero supongo que la vocación tendrá mucho que ver. A lo mejor también se valora esa triquiñuela dietética del Dr. Dukan sobre el índice de masa corporal (más que nada para no aplastar al contrario en el embiste y, sobre todo, salvar los muebles) pero creo que, en este caso, lo que debería prevalecer sería la buena disposición del alumno. En aras de la formación completa, los autores del invento han añadido un plus: los dormitorios serán mixtos para facilitar el ejercicio de los deberes. No sabemos cuántas horas dedicará el alumnado a los trabajos manuales ni se ello afectará al conjunto del rendimiento, pero estaréis conmigo que solo procede desearles muchos éxitos en una carrera que, sin duda, les llevará a las cotas más altas de la lujuria.
Y mientras los austriacos andan a lo suyo, a componerse los bajos, los alemanes están pensando en Dios. Bueno, en Dios y en el porno. A su muy católica iglesia se le ha visto la pluma y ésta ha resultado no proceder precisamente del palomo conocido bajo el presuntuoso nombre de Espíritu Santo. Se ve que, durante diez años, la curia que los alecciona en la fe poseía una editorial de nombre Weltbild, que llegó a publicar unos 2.500 volúmenes pornográficos. Novelas, concretamente. De ésas de "Mijail, henchido de placer, contempló pasmado las tetas de Greta y cayó rendido ante su inconmensurable talento para practicar las artes cubanas". Tome usted sermón de la montaña. Ahora, que se ha descubierto el pastel, los miembros más apañados de la iglesia se hacen cruces y han puesto a la venta la pecadora editorial. Algún que otro libro se quedarán en el armario. Como recuerdo, imagino.
Si ambos sucesos llegaran a ocurrir allá por Minnesota, ya estaba Obama estudiando la forma más cuca de invadir, yo que sé, Belice, por ejemplo, para distraer la atención del personal. Y los chicos del partido republicano flagelando a sus huestes que no a ellos mismos, que ya tienen bastante los muy conservadores procurando esconder sus pecados bajo la bragueta. Pues tampoco hay que entregarse al dolor, chicos, que luego nos gusta. El sexo es algo intrínseco al ser humano y debemos convivir con él, a ser posible, haciendo acopio de alegría e higiene. Y que me perdone la crítica, pero si a un chaval de nueve años se le permite admirar a Britney Spears, que poco tiene de admirable, no entiendo cómo se le castiga por lanzarle un piropazo a su profesora. El problema es que estoy convencida de que él tampoco lo entiende. Y, claro, luego pasa lo que pasa, que los argumentos de Mentes Criminales son... como la vida misma. 


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